Gálatas 1:4-5
Un saludo y cuatro grandes verdades que hoy nos hablan de la voluntad de nuestro Dios para nuestras vidas. Cuatro palabras destacan al inicio de esta epístola, Apóstol, Iglesia, Gracia y Paz.
El término “Apóstolos” en griego significa “enviado, delegado, mensajero, embajador”. Se refería a un enviado acreditado por alguna autoridad y al que se le había confiado un mensaje especial. Pablo procura poner en claro la fuente divina de su apostolado ante quienes desafiaban su derecho a hablar con autoridad, remarcando que esta, no se la había dado ningún hombre. Este versículo nos recuerda su dramático llamamiento por el mismo Cristo resucitado, enfatizando la realidad de la resurrección, evidenciada por el tremendo impacto de su repentino despertar a la verdad.
“Ekklesia” en griego significa “llamados afuera”. Este bello significado de la palabra Iglesia describe a individuos llamados por la gracia de Dios afuera de un mundo condenado y en agonía. Pablo usa esta palabra para referirse a la iglesia de diferentes maneras: Una asamblea reunida para adorar (1 Corintios 14:28) Un grupo de personas reunidas en una casa (Filipenses 2) A los creyentes de una ciudad (Romanos16:1) Todo el cuerpo de creyentes en todas partes (Colosenses 1:18, 24) El saludo usado por Pablo es especialmente significativo, porque usa los saludos griego y hebrero en uno: para los gentiles “Cháris”, que significa “Gracia”, y para los judíos usa la palabra griega “Eirene”, en hebreo “Shalom”, que significa “Paz”, simbolizando la unión de dos pueblos en uno, habiendo sido derribada la pared intermedia que nos separaba.
El orden en el que son puestas estas dos palabras tampoco es casual, ya que es necesario que la Gracia se anteponga a la Paz, ya que la Paz es la experiencia de todo creyente que se acoge primeramente a la Gracia que el Señor le otorga, a través de su hijo Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nuestros pecados, para que fuéramos salvados de este presente siglo malo. Y fue conforme a la voluntad de Dios Padre, ya que Jesús se sometió a la muerte de cruz, completamente consciente de que hacía la voluntad del Padre (Lucas 22:39-46). ¿Y qué de nuestro llamado? ¿Pensáis que es menos importante? Pablo tenía muy presente su llamado, y nosotras debemos aprender de él a recordar y valorar justamente nuestro llamado, desde el día que le aceptamos como Señor y Salvador. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también vosotros fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación. (Ef. 4:4) (Ef.4:11-15)