Eclesiastés 12:1-2
Finamente, el Rey sabio, nos brinda bellos consejos para la juventud. Se encuentra en la cúspide de su vida, instando a jóvenes acerca de su relación con Dios. Nos dice que debemos servirle en el momento de la juventud donde existe mayor fuerza, vigor y entusiasmo. La vejez llega, su sabiduría permanece (Prov. 16:31), pero el vigor se ha marchado y viene la falta de fuerza en el cuerpo. Las piernas flaquean, los dientes se pierden, la vista falla porque se han oscurecido, el sentido del oído no es la excepción, mientras que la juventud florece y es el momento crucial para servir y entregar a Dios nuestra vida. Joven, acuérdate de tu creador. Con Dios te espera un futuro glorioso, no estamos exentas de tribulaciones en esta vida.
Pero la ventaja, seas joven o adulta, es que el Espíritu de Dios mora en ti, eres su posesión más especial, en Cristo somos más que vencedoras. Hoy nuestra juventud se revela, es por ello que si eres madre, vivamos una cristiandad verdadera. No seamos solo oidoras sino seguidoras piadosas, para que entonces esos niños vean una vida de ejemplo y vivan para Cristo. Deja que ellos vivan lo que a nosotras nos faltó, una plenitud real con Dios. ¿Qué cambios haremos hoy? Tal vez aún tengamos vigor en nuestro cuerpo, de joven hay mayor seguridad y entusiasmo; siendo mayores titubeamos. Aprovechemos las fuerzas que aún existen en nosotras para servir a Dios con nuestros dones y talentos.
Eres joven, vive para Dios y deja que la luz de Cristo resplandezca en ti día a día. Llénate de su conocimiento, indaga, explora, medita en Su palabra. No te dejes llevar por las corrientes de este mundo. No existe seguridad en lo material, disfruta tu juventud pero gózate verdaderamente con tu Salvador. Envejece con sabiduría, pero la sabiduría que desciende de lo alto (Salmos 90:12), no la terrenal; porque esa es efímera y la vida, recuerda que es como una neblina.