Estudio Biblico
“Así que el martes en la mañana llevaremos a los jóvenes al relleno sanitario,” dijo Rich. “¿Qué? ¡No creo que estás hablando enserio!” Yo respondí. Esta es una conversación típica que tengo con mi esposo. Es un gran hombre que siempre tiene ideas brillantes en los peores momentos. Hoy no era excepción. Con nuestros 4 hijos pequeños (2, 5, 7 y 9 años) teníamos tanto que hacer antes de hacer un viaje a EEUU.
Cada preocupación fue contestada, y como es típico, Rich ganó.
Encontramos a los jóvenes de nuestra iglesia temprano el martes en la mañana. Llegaron más de lo esperado y todos estaban animados. Parecía que estábamos yendo a Disney y no a un relleno sanitario lleno de basura, olores y enfermedades. Mis hijos saltaban de alegría. “Yo soy la única persona cuerda de todo este grupo” pensé mientras que Rich ayudaba a los jóvenes subir a los taxis. Habíamos aprendido que sí existía el relleno sanitario y que estaba en las periféricas de la ciudad donde parecía estar en medio del desierto. Los vecinos son los de la prisión de Trujillo, Perú y el distrito de luces rojas. Ningún taxi nos quería llevar. Tuvimos que pagar más pero encontramos taxistas que estaban dispuestos a arriesgarse y llevamos agua, frutas, juegos, ropa y juguetes para regalar. Llevamos shampoo, toallas, medicina para los piojos, y agua para lavar pelo, caras y manos.
El viaje era de media hora. En el viaje algunos adolescentes tuvieron hambre y empezaron a comer los plátanos que estábamos llevando. Al salir de la carretera, supimos que estábamos cerca al relleno. El olor era indescriptible. Las moscas daban vuelta a los autos. Vimos bolsas de basura volando en el aire, pero no había nada alrededor aun. Seguimos manejando, nada. Paramos en una choza, pero nadie estaba adentro. Me mantuve en silencio hasta ya no poder más, y suavemente le dije a Rich – “parece que no hay nadie aquí, vámonos a casa.” Uno de nuestros líderes salió del taxi y dijo, “Pastor intentemos por este lado.” “OK” respondió Rich, “pero este será el último intento, los taxistas se están poniendo incómodos.” “Y tu esposa también” pensé dentro de mí.
Ahora que parecía que no íbamos a encontrar a nadie, empecé a sentirme culpable. “Señor, que tú voluntad sea hecha y ayúdame ser suficientemente valiente para obedecerte.” Ni bien terminé de orar, llegamos a la cima de una cresta y al mirar abajo vimos todo una ciudad perdida. Entre humo y cenizas, vimos cientos de personas revisando la basura. Todos tenían sombreros, capuchas y máscaras cubriendo sus cabezas y caras. Cada uno tenía un tipo de tenedor de tono en la mano. Si había piel expuesta estaba negro de suciedad. Algunos estaban descalzos. Era como si habíamos descubierto a una ciudad escondida o subterránea. Hombres, mujeres, niños, infantes, gente de la tercera edad todos revisando desesperadamente la basura. Cada vez que llegaba otro camión de basura corrían para ser los primeros en separar su monto de basura. El desierto, las bolsas volando en el viento, el humo, las mascarás, los colores mutados de marrón y negro daban la impresión que estábamos viendo una película en blanco y negro. Una película de terror.
Cuando escucharon a nuestros carros acercarse gritaron y corrían hacia nosotros. Como tenían cubiertas sus caras con máscaras no podíamos notar si estaban felices o enojados. Nuestro carro estaba envuelto de personas. Apretaban tanto que no podíamos abrir nuestras puertas – aunque la verdad – yo no estaba intentando abrir mi puerta. Pero Rich, el enfermo en la cabeza ¡estaba intentando salir del carro! Salió e inmediatamente después desapareció en medio de la multitud. Había un silencio total dentro de nuestro carro. Mis hijos miraban con ojos grandes, y los jóvenes estaban en shock. “Aquí estamos” dije, intentando no dejar temblar mi voz, “salgamos a servir.” Pude salir a las justas con mis hijos a mi lado. Ellos se pegaban a mí como si era lo único que quedaba de la vida. Las personas nos apretaron y todos hablaban al mismo tiempo. Una mujer de edad me agarró el brazo. Ella estaba hablando. Estaba preocupada por mi porque no traje nada para tapar mi nariz y boca – ninguna máscara. Mis ojos empezaron a picar. ¡Esta mujer, sucia y hambrienta, estaba preocupada por mi y por mis hijos! Sentí vergüenza de haberla juzgado.
Estábamos todos afectados por la pobreza extrema que observábamos y luchábamos para ocultar nuestras lágrimas. Una y otra vez nuestros jóvenes me decían, “no sabíamos que existía esta gente.” Algunos de nuestros jóvenes se esforzaban diariamente para encontrar comida para sus familias, vivían en viviendas sin techo. En su mente ellos eran los pobres… ¿quién hubiera imaginado este tipo de pobreza?
Al ver tanta gente nos dimos cuenta que no habíamos traído suficiente comida y donaciones para todos. Decidimos que ese día solo podríamos servir a los niños y los llevamos a un rincón del relleno sanitario para jugar con ellos.
Caminamos hacia ese lugar pisando encima de cadáveres de perros y otros animales. Ese día nuestro grupo de jóvenes sirvieron como Cristo. Empezaron a jugar con los niños, los niños se reían al recibir algo de atención. Les dimos pan, fruta y agua. Comieron desesperadamente. Intentaban guardar para sus padres. Los jóvenes que habían comido los plátanos en el camino vieron esto y se sintieron tan mal que llevaron un taxi para comprar más arroz, azúcar y frutas para compartir con los adultos y niños.
Lavamos sus caras y manos y estaban tan agradecidos por el agua y jabón. Yo lavé el pelo de una niña pequeña. Me tomó 15 minutos lavar la suciedad detrás de sus oídos porque tenía tantas heridas infectadas ahí. Los piojos saltaban, furiosos. Inventamos un juego de peluquería e intentamos convencer a los más pequeños que el agua no les haría daño. Respondieron con felicidad.
Sacamos juguetes y ropa que habíamos llevado. Mis hijos al ver la felicidad de estos niños al recibir sus juguetes antiguos pensaron en más juguetes en casa que podríamos regalar.
Nuestro tiempo en el relleno sanitario culminó rápidamente. Me di cuenta que el olor y las moscas ya no importaban tanto. Mientras que recogimos a los jóvenes de nuestra iglesia para procesar lo que estábamos viviendo concluimos que Dios nos había traído aquí para ayudar a estas personas olvidadas y para mostrarles amor y compasión. Dios nos enseñaba que es muy relativo el ser “rico” o “pobre.” Decidimos empezar un ministerio en este lugar.
Eso es exactamente lo que pasó. Desde esa primera visita hemos:
– Servido más de 500 almuerzos en navidad.
– Hecho un censo para servirles mejor.
– Construido un albergue de 110 niños apadrinados que reciben comida, afianzamiento, ropa etc.
– Hecho los trámites para registrar a cada niño para que puedan estudiar. Antes no tenían certificados de nacimiento.
– Construido un albergue de niños.
– Hecho escuela bíblica de vacaciones cada año.
– Servido a más de 350 niños cada semana en dos rellenos sanitarios en Trujillo, Perú.
– Empezado un ministerio de Sandboarding para los adolescentes de la zona.
– Empezado un ministerio con las mamás de la zona enseñándoles como cocinar, cocer y muchas cosas más.
Salimos de Perú como misioneros pero Dios nos impulsó empezar una Organización No Gubernamental sin fines de lucro que se llama Inca Link (www.incalink.org) que servimos a los más necesitados en Ecuador, Perú y Colombia. Tenemos 15 proyectos de ayuda social.
Cuando Jesús dijo en Mateo 26:40 – “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” estaba hablando a cada uno de nosotros. Les animo que busquen alguien en necesidad cerca de ti – visítalo, provea comida o bebida para él, muéstrales el amor de Cristo. Yo estoy convencida que estarás visitando a Jesús en sus disfraces.