Y también por estas fechas vuelven una vez más quienes creen que no tener un árbol con luces en su casa les hace más cristianos que quienes sí lo tienen.
Vuelven los extremistas que ven al diablo en todos lados, que no dejan vivir su espiritualidad a quienes escogimos ver a Dios en todos lados.
Apelan a textos del Antiguo Testamento donde Dios condena toda forja de imágenes y figuras en su nombre.
Es verdad, el Dios del Éxodo le dijo a ese pueblo de esclavos , "No se harán ninguna imagen de mi, con aquellas cosas que hay en el cielo y en la tierra".
Pero Dios se estaba guardando el "Gran Finale".
Pues él mismo rompió con esa cláusula.
Una noche fría, mientras en el cielo una estrella brillaba guíando los pasos de unos paganos de oriente y mientras en la campiña de Belén la luz de angeles despertaba a un puñado de "don nadie", un niño nacía.
La fe cristiana ha declarado desde siglos inmemoriales, que ese Dios invisible se hizo visible.
Que ese Dios sin imagen con qué describirlo ni enmarcarlo, se hizo Imagen.
Dios se hizo hombre.
El Creador se hizo creación.
Y ahora, amarlo y honrarlo, ya no tiene que ver con dictámenes religiosos.
A este Dios no se le necesita ya buscarlo fuera de este mundo.
El Dios hombre , el Dios imagen , el Dios figura , nos ha dicho. Que lo más sagrado luego de amarle, es amar al prójimo. Al hombre.
Quienes hayan entendido lo sagrado que es para Dios esa humanidad marcada por la fragilidad, han entendido ese misterio escondido por siglos. Han entendido la Verdad.
Que nadie puede amar a Dios directamente, sino a través de esa figura, el hombre.
Y quiénes extiendan su mano de ayuda y de amor a aquellos hombres que como ese niño nacido en Belén, ese pobre niño casi indigente, ese pequeño venido al mundo en condiciones tan indignas...
Quienes amen a aquellas personas, aman Al Dios que se hizo Carne.
Ulises Oyarzún.