por Dr. Jaime Mirón
Recibimos dos cartas de diferentes partes del continente, una de un muchacho y una de una muchacha con historias bastante similares. Los dos pecaron con sus respectivos novios, se arrepintieron, pero el pasado sigue atormentándolos. Los dos desean saber cuándo o si el pasado dejará de molestarlos.
David entienda el dolor de un pecado pasado y lo explica bien en el Salmo 32: «Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano» (Salmo 32:4 NTV). Sufría de culpa verdadera junto con la convicción del Espíritu de Dios. Pero David encontró la solución: «Finalmente te confesé todos mis pecados y ya no intenté ocultar mi culpa. Me dije: “Le confesaré mis rebeliones al Señor”, ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció» (Salmo 32:5 NTV).
Podemos decir con certidumbre que el pasado dejará de ser doloroso cuando:
1) Como David, estés seguro del perdón de Dios. Mucha gente duda el perdón de Dios. Cito Mateo 9:6: «Así que les demostraré que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados» (ver también Salmo 32; 51; Efesios 1:7; 1 Juan 1:9).
2) Estés seguro de que en verdad pertenece al pasado y no hay cosas pendientes todavía. Me refiero a reparar las relaciones interpersonales rotas o hacer las paces con los padres u otros parientes, etc. Jesús mismo explica: «Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti, deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios» (Mateo 5:23-24).
3) Hayas perdonado cuando te corresponde (Efesios 4:31-32). El rencor, el resentimiento, el enojo y la amargura pueden carcomer el alma y causar problemas físicos.
4) Hayas tratado con todos los factores contribuyentes para que no suceda de nuevo. Es importante tratar no solo con el problema sino también con los factores que fueron usados por Satanás para concebir el pecado en la vida. La investigación ha de ser exhaustiva para que, dadas las mismas circunstancias, no se reincida en el pecado. ¿Qué pasó? ¿Qué es lo que tiene que cambiar en su vida para que no pase de nuevo?
5) Puedas enseñar a la siguiente generación a no cometer los mismos errores. Me refiero al grupo juvenil de la iglesia o a los propios hijos. El salmista dice: «Que cada generación cuente a sus hijos de tus poderosos actos y que proclame tu poder» (Salmo 145:3).
6) La vida que llevas ahora es más importante que lo que aconteció en el pasado. Pablo lo vivió en carne propia: «… olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús» (Filipenses 3:13-14).
7) Dejes que el Señor emplee el pasado para prepararte para el presente y el futuro.
8) Entiéndase que la gracia del Señor es más grande que el pasado. Pablo es un vivo reflejo de este principio: «Pues soy el más insignificante de todos los apóstoles. De hecho, ni siquiera soy digno de ser llamado apóstol después de haber perseguido a la iglesia de Dios, como lo hice. Sin embargo, lo que ahora soy, todo se debe a que Dios derramó su favor especial sobre mí, y no sin resultados» (1 Corintios 15:9-10).
9) Sepas cómo lidiar con las acusaciones de tu propia conciencia (1 Juan 3:20-22) y las del Diablo (Apocalipsis 12:10).