Por Luis Palau:
Soy una muchacha cumplidora de mi deber y muy apegada a mi familia, pero mi hermano está destrozando la paz en el hogar. Le gusta tomar mucho y cuando está ebrio se comporta como una bestia indomable, maltratando a todo el que encuentra a su paso. Una noche tiró a mi madre contra la pared y luego casi se corta las venas. Finalmente fue a parar a la cárcel. Creo que nunca podré perdonarlo. Ya no lo considero mi hermano. Quisiera sus consejos para restaurar la paz en mi familia.
RESPUESTA
Por cierto, es muy triste tener un hermano así en la familia. Es terrible que un muchacho joven esté ya tan habituado a la bebida. Sin embargo, señorita, en su actitud hay demasiado resentimiento y deseos de venganza.
Hay diferencia entre la necesidad de tomar medidas preventivas prácticas y el resentimiento o actitud de venganza que noto en su carta. Jesucristo dijo en San Mateo capítulo 5:
«Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen!» (Mateo 5:44 NTV); ¡Amen a sus enemigos! Hagan bien a quienes los odian (Luke 6:27 NTV).
El resentimiento hacia su hermano le está carcomiendo el corazón y ha quitado la paz de su vida. Jesucristo nos exhorta a amar a quienes nos ultrajan, y para esto es necesario quitar todo el odio y resentimiento del corazón para entonces llenarlo de amor.
Y ¿Cómo se limpia el corazón del odio, el resentimiento y la venganza? En primer lugar, la Biblia dice que tenemos que perdonar, así como Dios nos perdona a nosotros. San Pedro le preguntó un día a Jesús: —Señor, ¿Cuántas veces debo perdonar a alguien que peca contra mí? ¿Siete veces?
—No siete veces —respondió Jesús—, sino setenta veces siete (Mateo 18:21-22 NTV).
Dios quiere que usted ame y perdone a su hermano. Por cierto, él se ha portado muy mal, pero parte de la solución radica en el perdón de su parte. Imagínese si Dios fuera vengativo con usted y conmigo. ¡Cuántas veces desobedecemos a Dios y lo ofendemos! Sin embargo, Dios siempre está dispuesto a perdonarnos porque Él es amor, y además espera que nosotros también aprendamos a perdonar.
En segundo lugar, tenga en cuenta que el bien tiene mucho poder sobre el mal. En el libro de Romanos capítulo 12 leemos lo siguiente:
«Nunca devuelvan a nadie mal por mal. Compórtense de tal manera que todo el mundo vea que ustedes son personas honradas. Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos. Queridos amigos, nunca tomen venganza. Dejen que se encargue la justa ira de Dios. Pues dicen las Escrituras: “Yo tomaré venganza; yo les pagaré lo que se merecen”, dice el Señor. En cambio, “Si tus enemigos tienen hambre, dales de comer. Si tienen sed, dales de beber. Al hacer eso, amontonarás carbones encendidos de vergüenza sobre su cabeza”» (Romanos 12:17-20 NTV).
En tercer lugar, hable sinceramente con su hermano. Quizá usted debiera reunir a toda la familia y juntos tratar de comprender el proceder de su hermano. El necesita saber que todos ustedes le aman y están interesados en su bienestar. Si él rehusara escuchar y continuara comportándose de esa manera, entonces su padre debería hablar seriamente con él, y tal vez hasta debiera pedirle que deje el hogar, porque esa violencia no puede continuar.
Por último, la única forma de poner en práctica todos estos consejos radica en que usted tenga a Jesucristo en su corazón. Cuando ponga su vida en las manos de Cristo, Él va a llenar todo su ser con amor. Jesús dijo en San Juan capítulo 14:
«Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre (Dios) sino por mí» (Juan 14:6 RV60).
Usted, señorita, así como toda su familia, deben recibir a Cristo en su corazón por la fe. Luego hablen con su hermano y explíquenle que la única manera de librarse del yugo del alcoholismo y convertirse en una persona nueva y rebosante de amor, es por medio de Jesucristo, quien está dispuesto a restaurar nuestras vidas. Con Cristo en el corazón se puede gozar de un hogar muy feliz.