Eclesiastés 6:1-2
Cuanta vanidad hay en la riqueza de los ricos, pero no solo en los ricos sino en todo el ser humano sediento de tener más y más, cuanta avaricia es capaz de traer esa condición al alma, cuánto daño es capaz de hacer al corazón. Pues lo que el hombre en línea general anhela en la vida es la riqueza y la opulencia, le encanta disfrutar de lo que posee y da comodidad, y a quien no ¿verdad? pero en ocasiones nada de lo que posee puede disfrutar, el dinero no te hace feliz, no compra la salud ni la tranquilidad.
Salomón habla de las riquezas que a poster el hombre no puede disfrutar, cuando viste un entierro delante de una ¿mudanza? Se tu respuesta, nunca vimos ni veremos algo así, el hombre nace desnudo sin nada, y definitivamente nada material podrá llevarse. El ser humano desde que nace es egoísta, se dieron cuenta que los niños mantienen cerrado el puño, y una de las primeras palabras que dicen es “mío “ y “no”, cuanto nos cuesta dar con el corazón, desprendernos de lo que tenemos, y cuando damos más muchas veces duele, oremos para aprender a dar con amor y sin dolor.
Demos gracias a Dios por lo que en su amor nos da, por lo que en su amor y gracia nos permite vivir y disfrutar, y oremos a para ser sabias en la administración de lo que materialmente nos permite tener, que nuestro corazón confié en Él Señor y no en las riquezas que este mundo puede dar.