Estudio Biblico
Me cae muy mal decepcionar a alguien, y me cae peor decepcionar a Dios. Pero lo he hecho. Ambas cosas. Muchas veces. Y lo volveré a hacer. Y no digo esto para consolarme ni para justificarme. Es solo una advertencia. Sé que Dios permite que nos equivoquemos y tropecemos. Creo que le interesa que cuando intentemos ayudar a otros con sus errores y tropiezos, sepamos un poco mejor de qué estamos hablando. ¿Te imaginas cuán insensibles seríamos si nosotros nunca cometiéramos un error?
Tenemos que pararnos sobre la verdad. La de Dios y la nuestra, admitiendo hasta lo más crudo de los huesos que estamos donde estamos por pura gracia, porque nada de lo que tenemos ni de lo que hacemos lo merecemos. ¿No crees que uno de los más poderosos catalizadores de cambio en nuestras vidas es el agradecimiento?
Identidad bíblica
Henri Nouwen identificó cinco mentiras acerca de nuestra identidad con las que podemos ser engañados (o engañarnos a nosotros mismos):
Soy lo que tengo.
Soy lo que hago.
Soy lo que otras personas piensan o dicen de mí.
Soy mi peor momento.
Soy mi mejor momento.
No somos lo que tenemos. Diga lo que diga y venda lo que venda la sociedad de consumo, mis posesiones y mi salario no definen mi identidad. Mi valor no es proporcional a esa etiqueta en mi ropa ni al automóvil que manejo.
No somos lo que hacemos. Mi identidad no está definida por mi título ni por mi posición. Por eso me da algo de tristeza cuando en las biografías de redes sociales veo tantos títulos y cargos, porque sé que esas personas están paradas sobre arenas movedizas, pidiéndole al destino una crisis de identidad… imagínate que si un día pierden la posición, ¡se desdibujará quiénes son!
No somos lo que otras personas piensan o dicen de nosotros. Eso siempre es subjetivo. Tiene que ver con quiénes son ellos y, en todo caso, con la pequeña parte que conocen de nosotros. Las críticas y los halagos son una pareja de viejos chismosos y los dos son peligrosos si los escuchamos demasiado. Para mantenernos humildes y preparados es fundamental anclar nuestro sentido de valor en lo que Dios dice de nosotros.
No somos nuestro peor momento. Si ya me arrepentí, le pedí perdón a Dios, y cambié, ni Dios se acuerda de lo sucedido (Miqueas 7:18-19) ¿Por qué entonces me voy a acordar yo todo el tiempo, y por qué le voy a permitir a personas menos importantes que Dios que me definan por eso? ¡Sería deshonrar su perdón! Créeme, el mundo es mucho más grande que ese grupo de personas que te rodean ahora. Si tu círculo te condena por algún error de tu pasado, ¡cambia de círculo!
No somos nuestro mejor momento. Los logros hablan bien de nosotros, y la atención que acaparan tiene una alta cuota de seducción, pero tampoco nos definen. En la ecuación de esa victoria seguramente hubo mucha gracia. Y, en todo caso, esa victoria refleja un aspecto de nuestra vida y no todos. Además, si pensamos que somos nuestro mejor momento podemos caer en la trampa de dejarnos definir por el ayer, lo cual sería malo aunque se trate de un recuerdo positivo.
Asumiendo que eres líder, no voy a darte un sermón explicándote que Dios te ama como a un hijo (1 Juan 3:1), que te ha escogido (Efesios 1:4-6), y que te ha comprado por un alto precio (1 Corintios 6:20), porque muy probablemente tú me lo puedas predicar mejor que yo a ti. Pero sí te quiero hacer pensar en estas tres dinámicas respecto de nuestra identidad bíblica:
Dios conoce todo de nosotros mejor que nadie (Salmos 100:3, Job 34:21-22, Mateo 10:30). Él conoce cada uno de nuestros pensamientos y puede ver hasta lo más profundo del corazón. Así que decirle que todo lo que hacemos es solamente por las almas… Mmm, no creo que lo conmueva.
Dios todavía está trabajando en nosotros (Salmos139:23-24, Romanos 8:29, Filipenses 1:6). Esto quiere decir que un aspecto de nuestra identidad bíblica es que somos proyectos de Dios en los que Él aún planea seguir poniendo su mano perfeccionadora.
Dios puso en nosotros dones y talentos a propósito y con propósito (1 Corintios 12:4-6, Romanos 12:6-8, 1 Pedro 4:10-11). En este momento preciso de la historia la Iglesia está incompleta y es más frágil sin nuestro aporte.
Algunos días tenemos las motivaciones correctas, y otros no. Algunas noches estamos inspirados, y otras no. Eso me pasa a mí, te pasa a ti, y nos pasa a todos, y es importante tenerlo en cuenta si no queremos estancarnos por desarrollar expectativas irreales acerca de nosotros mismos y de los demás. La honestidad y la humildad son la mejor entrada al taller de la resistencia.