Varias veces al año, en forma especial después de la muerte de un ser querido, recibimos la pregunta si nos reconoceremos en el cielo.
Basado en lo que enseñan las Escrituras, es mi opinión que efectivamente nos reconoceremos en el cielo. Tome nota de los siguientes pasajes. Con relación a Abraham, Moisés nos dice: «… murió en buena vejez, luego de una vida larga y satisfactoria. Dio su último suspiro y se reunió con sus antepasados al morir» (Génesis 25:8). No es posible que se refiera al entierro de su cuerpo debido a que fue enterrado cerca de Mamri en Canán. Sus antepasados fueron enterrados en tierras distantes, muy lejos de donde se enterró Abraham. La expresión «reunirse con sus antepasados» y «fue reunida a sus padres» (Jueces 2:10 RV60) da la idea de una reunión con los seres amados en el cielo.
Unos siglos más tarde cuando el hijo de David murió como resultado de una unión ilícita, David dijo con confianza: «Un día yo iré a él, pero él no puede regresar a mí» (2 Samuel 12:23). Las palabras indican que David creía que su hijo seguía con vida y que en el futuro (el cielo) David lo reconocería.
Cuando Jesús profetizó que los gentiles formarían parte del evangelio, declaró: «Y les digo que muchos gentiles vendrán de todas partes del mundo —del oriente y del occidente— y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en la fiesta del reino del cielo» (Mateo 8:11 NTV). Ahora bien, si vamos a reconocer a esos grandes ¿no vamos a conocer a nuestros amigos y seres queridos? Creo que sí.
En la parábola del mayordomo infiel, Jesús explica: «Aquí está la lección: usen sus recursos mundanos para beneficiar a otros y para hacer amigos. Entonces, cuando esas posesiones terrenales se acaben, ellos les darán la bienvenida a un hogar eterno» (Lucas 16:9). Admito que es un versículo difícil pero el principio que el Señor enseña es que usemos nuestras finanzas (bienes) para entablar amistades o convertir a la gente para que un día nos dé la bienvenida en el cielo. Implica que cada persona que vamos a reconocernos en el cielo.
Asimismo, la Biblia dice que uno de las grandes alegrías en el cielo será ver los frutos de nuestras labores terrenales en el Señor, es decir estar con los que guiamos a Cristo. Por ejemplo: «Después de todo, ¿Qué es lo que nos da esperanza y alegría?, ¿y cuál será nuestra orgullosa recompensa y corona al estar delante del Señor Jesús cuando él regrese? ¡Son ustedes!» (1 Tesalonicenses 2:19). Pablo esperaba conocer a sus convertidos en el día de juicio.
Los soldados reconocieron a Jesús después de su resurrección. Cuando María se encontró con Jesús después de ese suceso, sus ojos se empañaron de lágrimas de modo que no lo podía ver, pero reconoció su voz. Para poder enseñarles la verdad Jesús escondió su identidad de los dos hombres que encontró en camino a Emaús pero ellos reconocieron sus costumbres cuando él bendijo los alimentos. Los discípulos y todos los demás lo reconocieron cuando lo vieron. ¡Era el «mismo Jesús!» (Hechos 1:11 RV60). Cuando resucitemos nosotros también seremos las mismas personas que ahora somos, y nuestros amigos nos reconocerán (Lucas 24:30-32; Juan 20:16,19-29; Isaías 66:22).
por Dr. Jaime Mirón