Qué tiempos tan difíciles los que hoy nos están tocando vivir, ¿no creen? Son tiempos de gran conmoción. Cuando creemos haber visto u oído de grandes maldades en la tierra, algo peor viene a continuación y cimbra nuestro corazón.
El pasaje de hoy me hace pensar no solamente en eso, sino también en los distintos tipos de reacciones que como humanos tenemos ante todo ese ir y venir de noticias. Puedo distinguir que hay diferentes grupos. Por ejemplo, veo a unos, que ante los rumores, las guerras, las matanzas, se paralizan. Se quedan atónitos no sabiendo qué sentir o qué pensar. Asombro viene a sus corazones, para luego voltear la cabeza a otro lado y seguir adelante con sus vidas. Encuentro otro grupo, los que ante las catástrofes, las injusticias y abusos que debajo del cielo se hacen, se deprimen tanto que pueden incluso llegar al punto de lamentar aún su propia vida, odiando el hecho de haber nacido. Veo otros, los que ocultan su cabeza, tratan de ignorar lo que sucede, viven cada día pretendiendo no ver, escogiendo no enfrentar esa realidad agobiante. Disfrutan lo que les viene a la mano dentro de un estándar general, su filosofía es: “vive y deja vivir”. Hay otro grupo más, los que con necedad juzgan y condenan a los malhechores, les maldicen y les desean toda clase de mal. Se apartan de la misericordia, olvidándose de que todos somos polvo y que ellos mismos necesitan también ser redimidos, ser perdonados. Porque ante nuestro Dios, el pecado es el mismo, para El no hay niveles o tamaños.
Y viene al final un grupo más, los que hayan descanso, los que tienen contentamiento. Estos encomiendan toda causa al que vive por los siglos, interceden a favor de los necesitados, tienen su confianza puesta no en el hombre, sino en el que gobierna en el cielo, la tierra y debajo de ella. No tienen temor de malas noticias, pues su corazón está confiado sabiendo que su Redentor vive. Estos quizás no sean una mayoría que pondrá orden en todo este caos que hay en la tierra, pero son los que saben que su ciudadanía es celestial, que su reino no es de este mundo, y sus ojos no están puestos en lo material, sino que caminan en fe cada día, tomando su cruz y negándose a sí mismos.
Les animo a que juntas hagamos un ejercicio de auto evaluación y escudriñemos nuestros caminos, ¿Son nuestras formas acorde a lo que Jesús vino a enseñarnos, o el afán y la presión de este mundo nos han hecho desviar en nuestro llamado de ser sal y luz de esta tierra? "Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová...” Lamentaciones 3:40