Eclesiastés 3: 16-17
El mundo al revés… así podrían nombrarse muchos lugares del planeta. Muchos sitios que deberían ser regidos por la justicia y la ley, y son todo lo contrario. Están corrompidos casi por completo y donde parece que, literalmente, la justicia es ciega y los que la imparten, más. Dice esta porción de Eclesiastés que donde debería ser sitio de derecho y justicia, es casa de impiedad e injusticia. Y ciertamente, aunque es un mal generalizado, no todos los encargados de impartir justicia son malvados, corruptos o impíos. Me consta; una de mis más queridas amigas trabaja en un tribunal de justicia, y es una hija de Dios que ejerce con honestidad y claridad su trabajo, porque sabe que hay un Juez al que nada se le escapa.
Veo la palabra “Impío”, que según el diccionario, es un concepto que proviene de un vocablo latino que sirve para referirse a alguien que carece de la virtud de la piedad o de fe en Dios. No hay temor de Dios en el impío y por lo tanto, vive bajo sus propias reglas, juicios y estimaciones. La impiedad, es entonces, la falta de temor de Dios. Iniquidad es refiere a la Maldad, Pecado, Prevaricación. Y no hace falta esforzarte mucho para hallar muchos, demasiados ejemplos sobre los malos triunfando. Son asuntos que me asustan e intimidan.
Pero el ánimo regresa y la certeza llega cuando dice la palabra de Dios “hay un tiempo para cada cosa y para cada obra”. Y eso es lo que se les escapa a los impíos e inicuos. Que hay un Dios cuya soberanía es perfecta, y cuya justicia es eterna. Y que Él no es Juez olvidadizo para pasar por alto el mal que se hace. Él es Juez Justo, que tanto al impío como al creyente pondrá en Su balanza. Él es quien da el pago. No yo. Él es quien pone paz en mi corazón cuando miro a mi país (y a tantos otros más) en aparente colapso ante el mal. Pero la Palabra me consuela y me recuerda que nada de lo que hay en este mundo es para siempre. Sólo la justicia de Dios es eterna y hacia allá debo de mirar, como me recuerda el final del Salmo 73: “En cuanto a mí, ¡qué bueno es estar cerca de Dios! Hice al Señor Soberano mi refugio, y a todos les contaré las maravillas que haces.”