¿Por qué experimentamos derrotas espirituales, incluso después de la salvación? Algunos se burlan de la idea de un diablo real, pero las Sagradas Escrituras afirman que Satanás existe. Sus objetivos son alejarnos de Dios, frustrar los planes de Dios y causar división. Algunas personas que ya han recibido a Jesucristo como Salvador sufren derrotas una y otra vez porque no se dan cuenta de que tienen un enemigo espiritual.
Muchas personas, hoy en día, dudan de que el diablo exista, pero la Biblia enseña que Satanás es real y que su meta consiste en alejar a las personas de Dios, en frustrar el plan divino y en causar división.
El diablo es un mentiroso y nadie está libre de sus engaños. Así que, para poder mantenernos firmes ante sus mentiras, los creyentes en Cristo debemos conocer sus estrategias.
¿Qué es un ataque satánico?
Es un asedio deliberado de Satanás sobre un individuo, con el propósito de hacerle daño, ya sea en su espíritu, alma, cuerpo, o en los tres aspectos. Estos ataques pueden suceder en cualquier momento o provenir de cualquier dirección. El diablo trata de hacernos tropezar cuando estamos más débiles, y sabe a quién o qué usar para lograrlo. Casi siempre nos tienta con aquello que no necesitamos o que no debemos buscar, para hacernos caer.
Romanos 8.5, 6: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Los pensamientos de los que no son salvos son gobernados por lo que el apóstol Pablo llama “la carne”; y esto trae como resultado la muerte. No se refiere al cuerpo físico, sino a una motivación interna que se opone a Dios. Por otro lado, el Espíritu de Dios mora en los creyentes para gobernar sus pensamientos y acciones de acuerdo a los deseos del Señor, y para darles vida y paz.
Romanos 8.7, 8: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”. Como los no creyentes son controlados por la carne e influenciados por Satanás, tienen pensamientos que se oponen a Dios. Además, sin el Espíritu Santo no pueden obedecerlo ni complacerlo.
Romanos 8.9: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él”. Lo que distingue al cristiano del resto de la humanidad no es el que asista a la iglesia, sea bautizado, ni tenga buen comportamiento, sino el que el Espíritu Santo viva en él. Aunque Satanás engañe y tiente a los creyentes para que pequen, la desobediencia no resulta en pérdida de la salvación.
2 Corintios 4.3, 4: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. El diablo en todo momento obra con la intención de engañar y cegar a las personas en relación a la verdad de Cristo. El resultado es un mundo que se caracteriza por pecado, conflicto y mentira.
La mente es el campo de batalla de Satanás.
El diablo se infiltra en el mundo con sus mentiras, e incluso los cristianos podemos ser engañados. En todo momento está listo para introducir sus ideas en nuestra mente para desviarnos al tratar de convencernos de que no sufriremos las consecuencias de nuestro pecado. Si creemos sus mentiras y desobedecemos a nuestro Padre celestial, seremos disciplinados. Pero el Espíritu Santo también nos recuerda que somos hijos de Dios y que nuestros pecados ya han sido perdonados por medio de la muerte de Cristo en la cruz; por lo que nunca seremos separados de nuestro Salvador.
La estrategia de Satanás
Dirige nuestra atención hacia una necesidad o deseo. Esta estrategia comenzó en el ambiente perfecto del huerto del Edén, cuando Satanás desvió la atención de Eva, para que no se fijara en la provisión abundante de Dios, sino solo en aquello que le había prohibido; el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. El diablo ha usado esa misma táctica desde ese momento para despertar lujuria, codicia y envidia. Promete que al alcanzar lo que deseamos nos sentiremos satisfechos; pero aquello que está fuera de la voluntad de Dios no puede producir gozo duradero, sino solo destrucción.
Escoge el momento oportuno. Después de haber ayunado durante 40 días, Satanás se acercó al Señor Jesucristo para tentarlo a que convirtiera las piedras en pan para satisfacer su hambre. Sin embargo, Cristo no había venido para servirse a sí mismo, sino para obedecer a su Padre celestial. De la misma manera, el diablo se nos acerca cuando estamos hambrientos, enojados, solitarios o cansados. En momentos como esos, debemos hacer una pausa para reconocer si estamos ante un ataque satánico en nuestro punto de mayor vulnerabilidad.
Crea duda en nuestra mente, y su objetivo principal es la Palabra de Dios. Desea que los cristianos usemos nuestro razonamiento para desobedecer, al malinterpretar porciones bíblicas o al usarlas fuera de contexto para justificar nuestros pecados. Una vez que el diablo logra que las personas duden de la veracidad de cualquier porción de la Biblia o que vean esas porciones como irrelevantes u obsoletas, se afianza en sus vidas para continuar promoviendo la mentira.
Quiere que caigamos en discusiones. No debemos debatir con las tentaciones, sino rechazarlas. Cuando el Señor se vio tentado por Satanás en el desierto, siempre respondió de la misma manera. Le dijo: “Escrito está”, y luego citó un pasaje de la Biblia (Mt 4.1-11). Los mandamientos de Dios no tienen el propósito de alejarnos de lo que es bueno, sino de protegernos de la destrucción que produce el pecado.
Usa el engaño. Engañar consiste en confundir al oscurecer la verdad. Satanás trata de que aquello que es malo sea visto como algo bueno.
Quiere crear división. Intenta convencer a los jóvenes de que la Biblia es anticuada. Su meta consiste en reemplazar la unidad, la familia y la iglesia con conflicto, desconfianza y división. Y, como la Palabra de Dios promueve armonía y paz, comienza por sembrar dudas acerca de sus enseñanzas.
Su meta es destruirnos. Si logra convencer a las personas de que duden de una porción bíblica, también puede persuadirlas para que rechacen toda la Biblia. De hecho, los versículos relacionados con la tentación que enfrentan, serán los primeros que desecharán.
REFLEXIÓN
¿De qué manera le acecha Satanás? ¿Ha escuchado y considerado sus mentiras? ¿Qué pasajes de la Biblia conoce para refutar sus engaños?
¿Cree de corazón que lo que dice la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis es cierto? La veracidad de su respuesta se evidencia en su estilo de vida. ¿Vive de acuerdo a la verdad que Dios ha revelado o hace caso omiso a lo que nos ha enseñado?