“Como un pastor que cuida su rebaño, recoge corderos en sus brazos; los lleva junto su pecho.” (Isaías 40:11)
¿Qué hace el amor cuando sucede algo malo? Por desgracia, la vida está llena de desilusiones. Ser un buen padre puede significar ayudar a nuestros hijos a cambiar sus expectativas, y pensar con anticipación cuando ellos no lo hacen. El amor se propone cuidar sus corazones, no solo lavar sus heridas. Se asegura de que Dios puede usar estos inoportunos cambios externos para fortalecerlos por dentro, preparándolos para vidas de resistencia y gracia.
El modelo bíblico para un liderazgo fuerte es el del pastor amoroso. Es una tarea de cuidado tierno y rescate heroico a la vez, de darse cuenta cuándo las ovejas están en aprietos y de escudriñar el perímetro para estar alerta de ataques de predadores. Como pastores de nuestro hogar, guardamos y pastoreamos el corazón de nuestros hijos. Los padres amorosos están siempre disponibles para estas emergencias. Se mantienen en óptimo estado espiritual y sensible en lo emocional. Piensan con anticipación. En lugar de confiar solamente en la oración de emergencia, se preparan ellos y a sus hijos, y buscan conocer la Palabra y el corazón de Dios todo el tiempo. Se abastecen de antemano de provisiones bíblicas y las mantienen a la mano para aplicarlas directamente en cualquier crisis en la vida de los hijos.
El amor les muestra cómo reaccionar frente al fracaso, el sufrimiento y la desilusión, y confiar que “para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito” (Rom.8:28) Nuestro modelo es Jesús, el “buen pastor”, que “da su vida por las ovejas” (juan 10:11), para que ni una de ellas sea arrebatada ni quede sola. Es cierto, la vida es difícil. Pero el amor es más fuerte. Más sólido. Más sabio. Puede preparar a nuestros hijos para cualquier cosa, y enseñarles a responder con gracia y valentía en todo momento.