“Y ahora, Israel, ¿qué requiere el SEÑOR tu Dios de ti? Solo requiere que temas al SEÑOR tu Dios, que vivas de la manera que le agrada y que lo ames y lo sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma”.
DEUTERONOMIO 10:12
No crees que sería maravilloso que le pudiéramos requerir a alguien que nos amara? “Pero,” te escucho decir, “¿cómo se le puede requerir a alguien que nos ame? El amor es un sentimiento y no le puedes requerir a alguien que tenga un sentimiento determinado.” Si el amor fuera un sentimiento, yo estaría de acuerdo contigo, pero los sentimientos son solo una parte del amor . . . y en realidad una parte muy poco confiable. Jesús efectivamente dijo: “Este es mi mandamiento: ámense unos a otros de la misma manera en que yo los he amado” (Juan 15:12). Por lo tanto, el amor tiene que ser más que un sentimiento. El amor que Dios requiere de nosotras para sí mismo y para los otros es la clase más alta de amor —amor ágape— un amor como el amor de Dios. Es un amor de la cabeza más bien que del corazón.
Un amor que determina, en primer lugar, preocuparnos por el bienestar de nuestros seres queridos en todas las dimensiones de sus vidas, sin considerar lo que nos cueste a nosotros y sin tener en cuenta la reacción de ellos. Entonces, ¿cómo podemos saber que amamos a Dios? Siendo obedientes.
Jesús dijo: “Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman” (Juan 14:21). Ese versículo me quita la ansiedad, porque siempre me ha preocupado no amar a Dios lo suficiente. Mis temores estaban basados en mis sentimientos inconstantes hacia él. Estas palabras del Señor trasladan mi deber del ámbito de mis sentimientos al de mi voluntad. ¡Eso es algo que puedo manejar! ¿Qué puedo hacer para mostrarle a Dios que lo amo? Puedo elegir amar a otras personas. Eso es lo que él requiere.