Proverbios 24:30-34 “Pasé junto al campo del hombre perezoso, Y junto a la viña del hombre falto de entendimiento; Y he aquí que por toda ella habían crecido los espinos, Ortigas habían ya cubierto su faz, Y su cerca de piedra estaba ya destruida. Miré, y lo puse en mi corazón; Lo vi, y tomé consejo. Un poco de sueño, cabeceando otro poco, Poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; Así vendrá como caminante tu necesidad, Y tu pobreza como hombre armado.”
Podemos entender el pasaje de hoy, solamente pensando en la necesidad de esforzarnos, ser organizados, diligentes, trabajar cada día en lo que es nuestra responsabilidad. Pero vayamos más allá, veamos lo que cada uno de esos males es y puede representar. Los espinos son plantas de mediana estatura, del tipo invasivo, es decir, si se les deja, crecen sin control, y además de eso, tienen agudas espinas que impiden camines entre ellos sin sufrir raspones y magulladuras. La ortiga es también una planta que, si no se le corta, puede crecer hasta metro y medio, pero lo malo es que al mínimo roce, suelta sustancias tóxicas que producen una comezón intensa en la piel.
Hasta aquí, lo que entiendo es que por descuido en limpiar nuestras vidas, nuestros corazones, por falta de búsqueda del rostro del Señor, por dejar la lectura diaria de Su palabra y perder la vista de lo que es realmente importante, malos hábitos y malas maneras pueden resurgir en la vida del creyente. Especialmente esas cosas que se creía habían sido ya arrancadas o eliminadas. Si no cuidamos diligentemente nuestra vida espiritual, cualquiera de esos males vendrá con la consecuencia que leemos en el pasaje. Y algo más, que es entonces cuando la gente pasa de lejos, no puede acercarse.
Todo eso que recibimos de gracia para dar, para ser bendición a otros, por pereza, por dejar de esforzarnos en la gracia, por cerrar nuestro corazón a la disciplina y amonestación de Dios, va deteriorándose, muriendo dentro nuestro. ¿Por qué? Porque nos hicimos inaccesibles. Inaccesibles a la voz del Espíritu e inaccesibles a la necesidad de quienes nos rodean.
Por último, la cerca de piedra es una clara referencia a nuestra fe puesta en Jesús la roca. Y puedes preguntarte si esa roca se desgasta. En ninguna manera, lo que la negligencia en santificarnos trae como consecuencia, es el debilitamiento de nuestra fe. Con nuestras propias manos destruimos lo que nos protege, lo que hemos recibido, la vida en Cristo.
Sirviendo al Rey con gozo
Silvia Sánchez de Salazar