Cuando el pueblo de Israel llegó a la frontera de la tierra que Dios les había prometido, el Señor animó a Josué y al pueblo con sus palabras. Cuarenta años antes, la precedente generación de israelitas había estado frente a la tierra pero se negaron a entrar debido a sus temores. Como resultado de su desobediencia al mandamiento de Dios, se les prohibió entrar a la tierra prometida y tuvieron que andar errantes por el desierto durante 40 años, hasta que todos murieron. Ahora se les daba a sus hijos las mismas órdenes y necesitaban esfuerzo y valentía para conquistar Canaán y recibir todo lo que el Señor les había prometido.
Las promesas de Dios
Dios le dijo a Josué: “levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie” (Josué 1.2, 3). Para animarlo aún más, el Señor le aseguró que nadie podría hacerle frente. Y luego le dio esta promesa: “estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé” (v. 5).
Los mandamientos de Dios
Basado en esas promesas, el Señor entonces le ordenó a Josué: “Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos” (v. 6). Josué tenía el éxito asegurado si meditaba en la ley de Moisés con fidelidad, permitiendo que esta moldeara sus pensamientos y palabras y obedeciéndola sin apartarse ni a diestra ni a siniestra. En vez de reaccionar con temor y temblor como lo había hecho la generación anterior, Josué recordó que se le había dicho que se esforzara y fuera valiente, pues el Señor estaría con él en todo momento (vv. 7-9). El método de conquista de Canaán no estaba basado en estrategias militares, sino en la meditación y la obediencia a la Palabra de Dios.
La definición de meditación
Meditar implica leer la Biblia, creer lo que dice, aplicarlo en nuestro corazón y obedecer a Dios. La meta consiste en aprender a relacionarnos con el Señor de manera personal, en nuestro andar con Él, mientras escuchamos y aplicamos lo que ha dicho y lo hacemos parte de nuestra vida. Esto requiere que enfoquemos nuestro corazón en Dios, dejando todo lo demás a un lado, y que hablemos menos para escucharlo mejor. También podemos meditar en los sermones que escuchamos, al anotar los puntos principales, reflexionar en lo que enseñan y al aplicar esas verdades a nuestra vida.
La definición de valentía
Valentía es la cualidad mental y espiritual que nos permite enfrentar el peligro, la oposición o los desafíos de la vida con audacia, calma y firmeza porque confiamos en Dios y lo obedecemos.
La orden.
“Que te esfuerces y seas valiente” (v. 9). Esta instrucción se repite tres veces en esta corta porción bíblica para enfatizar nuestra gran necesidad en tiempos difíciles. Si no estamos cimentados en la Palabra de Dios, nuestra primera reacción será sentir temor. Podremos combatir el temor al enfocar nuestros corazones y mentes en el carácter y en las obras de Dios. Su promesa de estar con nosotros en todo momento nos da el valor para enfrentar cualquier cosa.
La base.
“Estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé” (v. 5). La presencia constante del Señor es fundamental para ser valiente y fuerte. Es Él quien al final está en control de todo lo que sucede en nuestra vida. Nuestra responsabilidad consiste en afirmarnos y cimentarnos en su verdad, en creer lo que ha declarado y en confiar en Él. Para mantenernos firmes necesitamos conocerlo más, pues esta es la base de nuestra confianza en el Señor. Reconocer que Dios es el Rey Soberano de todo lo que existe, que nada de lo que enfrentamos se sale de su control y que nos comprende y se preocupa por nosotros, nos da una base sólida para confiar en Él y obedecerlo. Aunque no nos muestra todos los detalles de lo que hará o de la manera en la que obrará en nuestras vidas, cuando nuestra confianza está basada en la naturaleza y en los atributos de Dios, podemos ser valientes y esforzados, incluso si su voluntad no es lo que esperábamos.
La advertencia.
“No temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (v. 9). A esa nueva generación de israelitas se les advirtió que no debían reaccionar como lo habían hecho sus padres, con duda, incredulidad y temor; lo cual lleva al fracaso. Más bien debían verlo todo con valentía y fe. De la misma manera, hemos sido llamados a caminar por fe en Dios, confiando en sus promesas para poder vivir en santidad, con gozo y confianza.
La solución.
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (v. 8). Sin importar las circunstancias, la solución es meditar en la Palabra de Dios de día y de noche, y ser cuidadosos de hacer lo que nos enseña. Puede que el Señor no siempre obre según nuestros planes, pero nunca nos fallará.
Las consecuencias.
“Para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas” (v. 7). El Señor no le dio a Josué todos los detalles de cómo conquistaría la tierra prometida. Tan solo le ordenó obedecer su Palabra y hacer lo que allí decía. Esa es la misma clase de fe y obediencia que debemos tener para vivir con éxito ante los ojos de Dios. La meditación en su Palabra no se logra en una rápida lectura, sino cuando le permitimos que llene nuestra mente para que podamos obedecerla (v. 8).
Reflexión
¿De qué manera, el meditar cada mañana en la orden de “Esfuérzate y sé valiente”, influencia su actitud, su manera de pensar y su obediencia a Dios durante todo el día?