Panal de miel son las palabras agradables, dulces al alma y salud para los huesos. (Proverbios 16:24)
Las palabras tienen muchísimo poder. La Escritura declara: «Muerte y vida están en poder de la lengua, y los que la aman comerán su fruto» (Prov. 18:21). Lo que les dices a tus hijos puede impartir amor y construir puentes de esperanza para ellos o envenenar sus percepciones y aplastar su confianza. ¿Tus hijos saben que eres su mayor admirador? ¿Cuándo fue la última vez que salieron de una conversación contigo con una sensación renovada de aceptación, valentía y confianza en sí mismos?
Demasiadas veces, los padres maldicen a sus hijos sin saberlo, al ridiculizarlos, insultarlos o decirles que probablemente serán un fracaso en el futuro. Diez segundos de veneno verbal podrían cambiarles la vida por completo. Así que, es vital que refrenemos nuestra lengua (Sant. 1:26; 3:2- 12). Debemos tener cuidado de cómo describimos a nuestros hijos. Hay una diferencia inmensa entre decirle a tu hijo que hizo algo insensato y llamarlo tonto. Dios cambió muchas veces el nombre de las personas para honrarlas, alentarlas y ayudarlas a modificar la visión de sí mismas (Gén. 17:5; 32:28; Juan 1:42). Tus hijos necesitan comprender con humildad que son pecadores, pero aun así, ver que Dios los ama, que los hizo a Su imagen y que tú, como su madre o padre, los bendices.
Pablo lo expresó así: «Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan» (Ef. 4:29, NVI). ¿Cuán a menudo tus hijos te escuchan hacer alarde de ellos en público? ¿Cuántas veces te detienes a reafirmar tu amor o resaltar algo que admiras? Piensa en lo que sucede con sus aspiraciones en ciernes cuando saben que pueden contar con tu aliento para enfrentar un nuevo desafío. Si tienen la seguridad de que estarás allí para apoyarlos, ganen o pierdan, sentirán libertad para dar lo mejor de sí mismos incluso en una tarea difícil. Puedes comenzar una conversación inolvidable preguntando: «¿Sabes lo que me encanta de ti?». O responde a un logro diciendo: «¡Vaya! ¡Estoy impresionado! Tienes mucho talento». Aun si no han hecho nada digno de alabanza por el momento, siempre es bueno tomarlos en tus brazos en forma espontánea y susurrarles: «Estoy tan agradecido de que Dios te haya puesto en nuestra familia». Estas palabras serán como oro para ellos. Deliberadas. Sé estratégico con tus palabras. Lo que decidas elogiar será lo que tus hijos más valoren y busquen reproducir en el futuro.
Así que, ten cuidado de afirmar el carácter más que la apariencia externa o el desempeño público. Diarias. «Exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado» (Heb. 3:13) El amor se dedica a buscar razones para afirmar el buen carácter y la conducta apropiada en nuestros hijos, sin importar qué edad tengan. Incluso si ya son adultos, aún puedes encontrar maneras de resaltar las pequeñas cosas que te enorgullecen. Cuanto más celebres sus vidas ahora, más elevarás sus alas, y esto, a su vez, te proporcionará más razones para festejar en el futuro. Así que, ¡abre la boca y deja que tu amor vuele!