Proverbios 15:33 “El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; y a la honra precede la humildad.”
En todos los proverbios vistos esta semana hemos tratado el tema de la fuente de la sabiduría. Y todos los versículos tienen un denominador común… el Señor. Para entender mejor estos conceptos, podemos buscar el significado de algunas palabras en un diccionario. ¿Qué es la sabiduría según el diccionario secular?
Sabiduría: Conjunto de conocimientos amplios y profundos que se adquieren mediante el estudio o la experiencia (saber). / Facultad de las personas para actuar con sensatez, prudencia o acierto.
Si bien es una buena definición, la Biblia resalta que para ser sabio es necesario temer al Señor. ¿Y qué significa temer a Dios? Para un no creyente puede ser miedo del juicio de Dios y Su ira. Pero para un creyente, alguien que tiene una relación personal con el Dios Todopoderoso, ese temor no es tanto un miedo paralizante sino un respeto y admiración por cada uno de Sus atributos.
Cuanto más conozco al Señor, más me puedo maravillar de Su poder, soberanía, amor y gracia que recibo inmerecidamente. Por eso el versículo que vemos hoy aclara que la humildad precede o está antes que la honra. Puedo dar fe de esta verdad con mi testimonio. Antes de conocer al Señor, tenía un concepto de mi misma demasiado elevado y no era sabia en mi forma de vivir. Mi temor de Dios se limitaba a un miedo a lo desconocido que de todas formas no afectaba mi manera de vivir. Pero una vez que comencé a conocer al Señor, mis ojos se abrieron a apreciar cuan maravilloso y hermoso es Él.
Mi antiguo temor pasó a ser un sentimiento reverente de maravilla y admiración por Su persona. Y este temor reverente me capacita para someterme a Su voluntad y vivir de acuerdo a la fe que el Señor me otorgo por gracia. Antes de poder honrar al Señor tuve que reconocer mi condición delante de Él. Ayúdame Señor a ser una mujer sabia, a vivir cada día en humildad, honrando Tu nombre a cada paso. Teniendo ese temor reverente que me ayuda a someter cada área de mí ser a Tu voluntad.
De una pecadora perdonada,
Natalia Gómez