Necesitamos un guía. Algunas veces daríamos todo lo que poseemos para que se nos dijera exactamente qué hacer, y a dónde acudir. Estamos dispuestos a hacer lo recto, pero no sabemos cuál de dos caminos hemos de seguir. ¡Oh, anhelamos un guía!
El Señor nuestro Dios condesciende en servirnos como guía. Él conoce el camino, y será nuestro piloto a lo largo de la ruta hasta que lleguemos en paz al término de nuestra jornada. Ciertamente no deseamos una dirección más infalible. Pongámonos absolutamente bajo Su guía, y nunca perderemos nuestro camino. Hagámosle nuestro Dios, y descubriremos que Él es nuestro guía. Si seguimos Su ley, no perderemos el camino recto de la vida, a condición de que primero aprendamos a apoyarnos en Él en cada paso que demos.
Nuestro consuelo es que, puesto que Él es nuestro Dios por siempre y para siempre, no cesará de estar con nosotros como nuestro guía. “Aún más allá de la muerte” nos conducirá, y entonces moraremos con Él eternamente, y no saldremos jamás. Esta promesa de una guía divina implica una seguridad vitalicia: salvación de inmediato, guía hasta nuestra última hora, y luego bendición ilimitada. ¿No debería cada quien buscar esto en la juventud, regocijarse en ello en la edad adulta, y descansar en ello en la ancianidad? En este día, busquemos la guía antes de aventurarnos a traspasar las puertas.
Por Charles Spurgeon