El servicio más elevado es imitación. Si yo quiero ser el siervo de Cristo, he de ser Su seguidor. Hacer como hizo Jesús es la forma más segura de honrar Su nombre. He de tener esto en mente cada día.
Si imito a Jesús, tendré Su compañía: si soy semejante a Él, estaré con Él. A su debido tiempo Él me llevará a lo alto para que more con Él arriba, si, entre tanto, me esfuerzo para seguirle aquí abajo. Después de Su sufrimiento nuestro Señor llegó a Su trono, y, de la misma manera, después de que hayamos sufrido un poco con Él aquí abajo, nosotros también llegaremos a la gloria. La condición de la vida de nuestro Señor será la condición de nuestra vida: si estamos con Él en Su humillación, estaremos con Él en Su gloria. Vamos, alma mía, cobra ánimos y coloca tus pies en las huellas marcadas con sangre que tu Señor te ha dejado.
No debo dejar de observar que el Padre honrará a quienes siguen a Su Hijo. Si Él me ve que soy fiel a Jesús, pondrá señales de favor y de honor en mí por causa de Su Hijo. Ningún honor puede ser semejante a este. Príncipes y emperadores conceden simples sombras de honor; la sustancia de la gloria proviene del Padre. Por tanto, alma mía, aférrate al Señor Jesús más firmemente que nunca.