Todos mis cambios provienen de Aquel que nunca cambia. Si me hubiese vuelto rico, debí haber visto Su mano en ello, y debí haberlo alabado; he de ver igualmente Su mano si empobrezco, y he de alabarle de todo corazón. Cuando bajamos en el mundo, es por el Señor, y por ello debemos tomarlo pacientemente: cuando subimos en el mundo, es por el Señor, y hemos de aceptarlo agradecidamente. En cualquier caso, el Señor lo ha hecho, y está muy bien.
Parecería que la manera de operar del Señor es de abatir a aquellos que tiene la intención de enaltecer, y de desnudar a los que tiene la intención de vestir. Si es Su manera de hacerlo, entonces es la manera más sabia y la mejor. Si estoy experimentando ahora el abatimiento, haría bien en regocijarme, pues veo en ello el prefacio del enaltecimiento. Entre más seamos humillados por la gracia, más seremos exaltados en gloria. Ese empobrecimiento que será tornado para nuestro enriquecimiento, ha de ser bienvenido.
Oh Señor, últimamente Tú me has abatido, y me has hecho sentir mi insignificancia y mi pecado. No es una experiencia agradable, pero te suplico que la conviertas en algo benéfico. ¡Oh, que de esta manera me habilites para soportar un mayor peso de deleite y de utilidad; y cuando esté listo para ello, entonces concédemelo, por Cristo nuestro Señor! Amén.
Por Charles Spurgeon