No debemos esperar ganar victorias para el Señor Jesús de un solo golpe. Las prácticas y principios perversos tardan en morir. En algunos lugares toma años de trabajo echar siquiera a uno de los muchos vicios que corrompen a los habitantes. Debemos continuar la guerra con toda nuestra fuerza, aun cuando sólo seamos favorecidos con un pequeño éxito evidente.
Nuestro deber en este mundo es conquistarlo para Jesús. No hemos de hacer concesiones, sino que hemos de exterminar los males. No hemos de buscar popularidad, sino que hemos de mantener una guerra incesante contra la iniquidad. Infidelidad, papado, bebida, impureza, opresión, mundanalidad, error; todo esto ha de ser “echado fuera”.
Sólo el Señor nuestro Dios puede lograr esto. Él obra por medio de Sus siervos fieles; y, bendito sea Su nombre, Él promete que obrará de esta manera. “Jehová tu Dios echará a estas naciones de delante de ti.” Esto lo hará gradualmente, para que aprendamos la perseverancia, crezcamos en la fe, vigilemos con denuedo, y evitemos la seguridad carnal. Demos gracias a Dios cuando haya un pequeño éxito, y oremos pidiendo más éxitos. No enfundemos nunca la espada hasta que la tierra entera sea conquistada para Cristo.
¡Ten valor, corazón mío! Prosigue poco a poco pues muchas pequeñas victorias constituirán un gran todo.