Es bueno tener anhelos, y entre más intensos sean, mejor. El Señor saciará los anhelos del alma, por grandes y por absorbentes que sean. Anhelemos grandemente, porque el Señor saciará grandemente. Nunca tendremos el estado mental adecuado mientras estemos contentos con nosotros mismos, y estemos libres de anhelos. Los deseos de mayor gracia, y los gemidos que no pueden ser expresados, son dolores propios del crecimiento, y deberíamos desearlos más y más. ¡Bendito Espíritu, condúcenos a suspirar y a clamar pidiendo mejores cosas, y pidiendo más de lo mejor!
El hambre no es de ninguna manera una sensación placentera. Sin embargo, bienaventurados son los que tienen hambre y sed de justicia. Tales personas no solamente verán su hambre aplacada con un poco de alimento, sino que serán saciadas. No serán saciadas con cualquier tipo de alimento burdo, sino que su dieta será digna del buen Señor, pues serán saciadas con bien por el propio Jehová.
Vamos, no nos inquietemos porque anhelemos y tengamos hambre, sino que oigamos la voz del Salmista cuando él mismo anhela y tiene hambre de ver a Dios enaltecido. “Alaben la misericordia de Jehová, y sus maravillas para con los hijos de los hombres.”