Estudio Biblico
ESPERANZA EN ESTA SEMANA SANTA
Por: Federico Suarez
Por aquellos días la situación no era fácil, el mal que afectaba aquella época era político, económico y ello tenía implicaciones inclusive para la salud, así era el tiempo en que vivió el escritor del texto que nos ocupa hoy. En nuestros días la situación tampoco es fácil, la problemática que principalmente nos afecta es la salud y ello está teniendo profundas implicaciones tanto políticas como económicas. Sin embargo, hay un problema más profundo que el de la salud y el político, es uno que afecta a estos dos; está en el fondo del corazón humano, en el transcurso de la historia se ha podido identificar y lo hemos podido nombrar, se llama: Pecado.
Este pecado se hizo una realidad en la humanidad con la decisión de aquella primera pareja llamada Adán y Eva, y como consecuencia de esto, entró la muerte. Ésta que tanto nos está afectando por nuestros días; que va más a allá de las aterradoras cifras que escuchamos por los medios todos los días. Esta muerte implicó más que la pérdida de la vida física. Significó un mal mucho mayor: La ruptura de las cuatro relaciones con las que Dios nos creó, las cuales fueron buenas y en gran manera:
La belleza de haber sido creados como seres relacionales para tener un vínculo constante con Dios, con nosotros, con el otro y con el resto de la creación, éstas se vieron afectadas con la entrada de aquel pecado, ese que consistió en desobedecer a la voz de Dios y por el contrario, obedecer a las palabras del diablo quién les hizo creer que Dios les estaba engañando y que ellos podían ser como él.
Lo que la Biblia nos señala desde aquel episodio es evidentemente la aparición de la muerte física, pero también la ruptura de estas relaciones. Algo pasó en la naturaleza del ser humano que afectó esa imagen y semejanza que Dios puso en él y que reflejaba su carácter de ser justo, amoroso, santo, entre otros aspectos. Pero ¿Qué esperanza podemos tener ante la realidad actual de relaciones rotas, muerte y riesgo de perder la vida que vivimos por estos días?
En estos días me encontré con un pasaje del evangelio según San Juan; un texto que fue oasis en medio de este desierto de desesperanza que hoy vivimos: Se trata del momento en que Juan el Bautista está con algunos de sus discípulos y de pronto Jesús se acerca. Lo que Juan les dice a ellos al verlo es: “He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Es interesante que Juan el Bautista se ocupaba de denunciar el pecado del sistema político, religioso y militar de su época, denunciando la corrupción que uno de estos sectores cometía, exigiéndoles arrepentimiento. Pero lo sorprendente es que él encuentra en Jesús la solución al pecado, lo ve como el único que puede quitar ese mal de la humanidad.
Esta particular Semana Santa vivida desde nuestros hogares, es un buen momento para entender lo que dijo Juan: “He ahí, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Juan estaba pensando en la fiesta de la Pascua, durante ella, los judíos sacrificaban un cordero con un año de nacido fuera de la ciudad, sin defecto alguno, el cual al morir derramaba sangre; dicho sacrificio al ser recibido por Dios significaba un año de perdón para todo el pueblo.
Ahora bien, Juan ve a Jesús como el cumplimiento de la promesa del Antiguo Testamento: Vendría un mesías como cordero, quién moriría ya no solamente por los pecados del pueblo judío sino por los de todo el mundo.
Han pasado casi dos mil años desde que Juan dijo esto acerca de Jesús y la historia demuestra y nos cuenta que en una fiesta de la Pascua Jesús murió fuera de la ciudad de Jerusalén, derramó su sangre y que antes de morir dijo: “Consumado es”. Como consecuencia de aquel sacrificio acabado, el velo que separaba a la humanidad de Dios, se rompió en dos. Jesús venció el pecado; fue el camino para volvernos a Dios.
Por esto es que ante el panorama desolador ocasionado por la pandemia que estamos viviendo durante este año y que nos alcanzó hasta esta Semana Santa, podemos poner nuestra mirada en la Cruz de Jesús, no para minimizar la dimensión que está teniendo los efectos destructores del coronavirus sino para redimensionar el efecto de vida del sacrificio de Jesús sobre nosotros: Quién es nuestra esperanza al restaurar lo que el pecado dañó. Pues nos dio perdón, una nueva relación con él, entendida como la vida eterna expresada en la restauración de la imagen y semejanza con la que nos creó, la cual nos permite volver a relacionarnos con nosotros mismos, unos con nosotros y administrar de manera justa y amorosa el resto de la creación.
La esperanza de que Jesús quite el pecado del mundo empieza con que él quite el pecado de cada uno de nosotros, lo cual se cumple cuando tomamos la decisión de venir con un corazón humilde ante él para aceptar que somos pecadores, arrepentirnos, creer que su sacrificio es suficiente para darnos su perdón y recibirlo de él.
Que durante esta Semana Santa y después de ella, el efecto devastador que está teniendo el coronavirus en nuestra sociedad; en la salud, en la política y la economía, no sea más fuerte que el efecto salvador que tiene Jesús en la vida de cada persona del mundo que quiera venir a él con todo su corazón.
Con aprecio:
1:30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.
1:31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.
1:32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
1:33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
1:34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.