Sólo los que son verdaderamente santos son realmente felices. En vano pretendemos ser de los que temen a Dios, si no tomamos conciencia de mantenernos constantemente en sus caminos. Bendito es todo el que teme a Dios, sea alto o bajo, rico o pobre en el mundo.
Si le temes y andas en sus caminos, te irá bien mientras vivas, mejor aún cuando mueras y será lo mejor en la eternidad. —Por la bendición de Dios el santo tiene una forma honesta de vivir. Aquí hay una promesa doble: tendrán algo que hacer, porque la vida de ocio es miserable e incómoda, y tendrán salud, fuerza y poder mental para hacerlo.
No serán obligados a vivir del trabajo de otras personas. Es misericordia y deber trabajar y comer nuestro pan en paz. Ellos y los suyos disfrutarán lo que obtengan. Los que temen al Señor y andan en sus caminos son las únicas personas felices, no importa su situación en la vida. —Tendrán abundante consuelo en sus relaciones familiares.
Tendrán todas las cosas buenas que Dios ha prometido, y por las que oran. Un hombre bueno puede tener poco consuelo al ver a los hijos de sus hijos, a menos que vea la paz en Israel. Todo creyente verdadero se goza en la prosperidad de la Iglesia. De aquí en adelante veremos grandes cosas, con la paz y reposo eternos que quedan para el Israel de Dios.