Vv. 23—28. Las dolencias corporales debilitan prontamente nuestra fuerza, entonces, ¿qué podemos esperar sino que nuestros meses sean cortados en la mitad? ¿Qué haremos, sino proveer adecuadamente? Debemos reconocer la mano de Dios en ello; y tenemos que reconciliar esto con su amor, porque, a menudo, los que han usado bien su fuerza la ven debilitada; y aquellos que, como según pensamos, difícilmente son pasados por alto, ven acortados sus días. Muy consolador es, respecto de todos los cambios y peligros de la iglesia, recordar que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos.
Respecto a la muerte de nuestros cuerpos y la partida de amigos, consuela recordar que Dios es el Dios eterno. —No pasemos por alto la seguridad contenida en este salmo sobre el final feliz de todas las pruebas del creyente. Aunque todas las cosas estén cambiando, muriendo, pereciendo, como una vestimenta que se muda y rápidamente se deteriora, no obstante, Jesús vive y todo está seguro, porque dijo: Porque yo vivo vosotros también viviréis.