David ora en cuanto a la contienda que Dios tuvo con él por el pecado: No me juzgues, porque si lo haces, seré condenado; en cuanto a la lucha de sus enemigos con él, David ora: Júzgame, oh Dios; en tu providencia, comparece a mi favor. —Si no podemos consolarnos en Dios, podemos permanecer en Él y tener apoyo espiritual cuando queremos las delicias espirituales. Él nunca echa a alguien que confía en Él, cualesquiera sean los temores que pudiese tener en cuanto a su propio estado. No necesitamos desear más para ser felices, que lo bueno que fluye del favor de Dios, y que está incluido en su promesa.
Los que son guiados por Dios, los guía a su santo monte; en consecuencia, quienes pretenden ser dirigidos por el Espíritu y, no obstante, dan la espalda a sus ordenanzas, se engañan a sí mismos. Aún tenemos que orar por el Espíritu de luz y verdad que suple la falta de la presencia corporal de Cristo, para que nos guíe en el camino al cielo. —Cualquiera sea el motivo por el que nos regocijemos o triunfemos, el Señor debe ser el gozo de esto.
David recurre a Dios en cuanto su esperanza que nunca falla. Oremos fervorosamente que el Señor envíe la verdad de su palabra y la luz de su Espíritu para guiarnos en el camino de la santidad, la paz y la salvación. El deseo del cristiano, como el del profeta en dificultades, es ser salvado del pecado y del dolor; ser enseñado en el camino de la justicia por la luz de la sabiduría divina, que brilla en Jesucristo, y ser guiado por esta luz y verdad a la Nueva Jerusalén