Vv. 7—10. La majestuosa entrada, se refiere a la solemne manera de conducir el arca a la tienda que David levantó, o al templo edificado por Salomón para ella. También se puede aplicar a la ascensión de Cristo al cielo, y a la bienvenida que se le brinda allí. Nuestro Redentor encontró cerradas las puertas del cielo, pero habiendo hecho expiación por el pecado por su sangre, con su autoridad, exige entrar. —Los ángeles iban a adorarle, Hebreos i, 6; preguntan maravillados: ¿Quién es Él? La respuesta es que Él es el fuerte y valiente; poderoso en batalla para salvar a su gente y someter a sus enemigos y a los enemigos de su pueblo. —Podemos aplicarlo a la entrada de Cristo en el alma de los hombres por su palabra y su Espíritu, para que sean su templo. He aquí, Él está a la puerta, y llama, Apocalipsis iii, 20.
Los pórticos y las puertas del corazón tiene que ser abiertas para Él, como posesión que es entregada legítimamente a su dueño. —Podemos aplicarlo a su segunda venida con poder y gloria. Señor, abre las puertas eternas de nuestra alma por tu gracia, para que ahora podamos recibirte y ser totalmente tuyos; y que, al final, seamos contados con tus santos en gloria.