Vv. 1—5. Respóndeme por tu misericordia, es nuestro mejor ruego. El que no pida bendiciones
como el perdón, la justificación y la vida eterna, debe perecer por falta de ellas. ¡Ay!, que tantos
hagan una decisión tan terrible. El salmista advierte contra el pecado. Guardad con santa reverencia
la gloria y majestad de Dios. Vosotros tenéis mucho que decir a vuestros corazones, habladles, que
no os quedáis sin decirlo. Examinaos con seria reflexión; que vuestros pensamientos se ajusten a lo
bueno, y se mantengan cerca de eso.
Considerad vuestros caminos y antes de iros a dormir por la
noche, examinad vuestra conciencia sobre lo que han hecho en el día; particularmente lo que
hicieron mal, para que os arrepintáis. Cuando os despertéis en la noche, meditad en Dios y en las
cosas que convienen a vuestra paz. Debemos considerar nuestros caminos particularmente cuando
estamos enfermos. Callad. Cuando hayáis preguntado algo a la conciencia, quedaos serios, callados,
esperad una respuesta. No abráis la boca para excusar el pecado.
Toda la confianza debe ponerse en
la gracia gratuita de Dios, que por la sola fe justifica al verdadero convertido: por tanto, después de
ordenar los sacrificios de justicia, el salmista dice: Confiad en Jehová.