La sabiduría ama a los que la aman, y busca a los que la buscan. El que busca ser sabio, ya es sabio, y el que diligentemente busca la sabiduría, ya casi la ha encontrado.
Lo que es válido para la sabiduría en general, es especialmente válido para la sabiduría encarnada en nuestro Señor Jesús. A Él hemos de amar y buscar, y, a cambio, gozaremos de Su amor, y lo encontraremos.
Nuestra obligación es buscar a Jesús pronto en la vida. ¡Felices son los jóvenes que pasan su mañana con Jesús! Nunca es demasiado temprano para buscar al Señor Jesús. Los que buscan temprano tienen certeza de encontrar. Hemos de buscarle temprano con diligencia. Los comerciantes que prosperan se levantan temprano, y los santos que prosperan buscan a Jesús con avidez. Los que encuentran a Jesús para su enriquecimiento se entregan de corazón a buscarlo. Primero, hemos de buscarlo, y por tanto hemos de buscarlo lo más temprano posible.
Jesús por sobre todo. Jesús, primero, y ninguna otra cosa, ni siquiera como un mal secundario.
La bendición es que Él será hallado. Él se revela más y más a nuestra búsqueda. Él se entrega más plenamente a nuestra comunión. Felices los hombres que buscan a uno que, cuando es encontrado, permanece con ellos para siempre, un tesoro que se torna cada vez más precioso para sus corazones y sus entendimientos.
Señor Jesús, yo te he encontrado; sé encontrado por mí hasta un grado inefable de gozosa satisfacción.