Estudio Biblico
Todos anhelamos amistades genuinas. Dios nos creó con esta necesidad; no para vivir en aislamiento.
Nuestro mundo está tan influenciado por la tecnología, que muchas personas tratan de aliviar su soledad relacionándose virtualmente. Sin embargo, la tecnología no puede reproducir el compañerismo humano que el Creador tuvo en mente. Las buenas amistades no se dan por casualidad; exigen esfuerzo y sacrificio.
Ayer vimos, al considerar a David y Jonatán como el modelo bíblico de compañerismo, cuán vital es el respeto mutuo en una buena amistad. Veamos ahora dos aspectos más de su relación. Estos hombres sentían amor mutuo; sus corazones estaban muy unidos (1 S 18.1). Cuando uno de ellos experimentaba alegría o tristeza, el otro sentía lo mismo.
También tenían fidelidad mutua, el tipo de compromiso que implica dar. Para demostrarle su lealtad, Jonatán le dio a su amigo cosas materiales —su manto y su arma. Pero esos dos hombres también se dieron abnegadamente: Jonatán hasta arriesgó su vida y su reinado futuro para salvar a David de ser ejecutado. Notemos que Jonatán solía ser quien tomaba las iniciativas, y quién más daba. Era un príncipe, mientras que David era un humilde pastor. La condición social no debe ser un estorbo para cultivar una verdadera amistad.
Fuimos creados para tener compañerismo verdadero basado en respeto mutuo, amor genuino y fidelidad. Esto requiere, no solo tiempo y lealtad, sino también transparencia. Tomar ese riesgo exige confianza, pero las amistades genuinas bien valen el esfuerzo.
18:2 Y Saúl le tomó aquel día, y no le dejó volver a casa de su padre.
18:3 E hicieron pacto Jonatán y David, porque él le amaba como a sí mismo.