Vv. 20, 21. Luego de descubrir estas cosas a su pueblo de la tierra, Cristo parece irse de ellos
volviendo al cielo, pero les asegura que no pasará mucho tiempo antes que vuelva otra vez. Mientras
estamos ocupados en los deberes de nuestros diferentes puestos en la vida, no importa cuales sean
las labores que nos prueben, o las dificultades que nos rodeen, o las congojas que nos opriman,
escuchemos con placer a nuestro Señor que proclama: He aquí, yo vengo pronto. Yo vengo a
terminar la labor y el sufrimiento de mis siervos. Yo vengo, y mi galardón de gracia conmigo, para
premiar, con abundancia verdadera, a toda obra de fe y trabajo de amor. Vengo a recibir a mi pueblo
fiel y perseverante para mí mismo, para habitar por siempre en aquel mundo bendito. Amén, así sea,
ven, Señor Jesús. —Una bendición cierra todo. Por la gracia de Cristo debemos ser mantenidos en la
expectativa gozosa de su gloria, equipados para ella y preservados para ella; y su manifestación
gloriosa será de regocijo para los que participan aquí de su gracia y favor. Que todos digan, Amén.
Tengamos sed de las grandes medidas de las influencias de gracia del bendito Jesús para nuestras
almas y de su presencia de gracia con nosotros hasta que la gloria haga perfecta su gracia en
nosotros.