Vv. 7—13. El primer ángel tocó la primera trompeta y hubo granizo y fuego mezclado con
sangre. Una tormenta de herejías, una mezcla de errores espantosos cayó sobre la iglesia o una
tempestad de destrucción. —El segundo ángel tocó, y una gran montaña, ardiendo con fuego, fue
echada al mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. Hay algunos que entienden que la
montaña representa a los líderes de las persecuciones; otros, a Roma saqueada por los godos y los
vándalos, con gran carnicería y crueldad. —El tercer ángel tocó, y cayó una estrella desde el cielo.
Algunos consideran que esto es un gobernador eminente; otros, que es una persona con poder que
corrompió a las iglesias de Cristo. Las doctrinas del evangelio, la fuente de la vida, del consuelo y
del vigor espiritual para las almas de los hombres, están corrompidas y amargadas por la mezcla de
errores peligrosos, de modo que las almas de los hombres encuentran ruina donde antes hallaban
refrigerio. —El cuarto ángel tocó, y cayeron tinieblas sobre las grandes lumbreras del cielo que dan
el mundo, al sol, a la luna y a las estrellas. Los líderes y los gobernantes están puestos más altos que
la gente, y tienen que dispensar luz, y buenas influencias sobre ellos. Donde llega el evangelio a un
pueblo, y no tiene los efectos apropiados sobre sus corazones y vidas, es seguido por terribles
juicios. Dios da advertencias por la palabra escrita, por los ministros, por las propias conciencias de
los hombres y por las señales de los tiempos; de modo que si la gente es sorprendida, es su propia
falta. La ira de Dios amarga todos los beneficios y hasta la misma vida se vuelve una carga. Pero
Dios, en este mundo, pone límites a los juicios más terribles. La corrupción de la doctrina y la
adoración en la iglesia son grandes juicios, y también son las causas y señales habituales de otros
juicios venideros para un pueblo. —Antes que se tocaran las otras tres trompetas, hubo una
advertencia solemne de lo terrible que serían las calamidades que seguirían. Si los juicios menores
no tienen efecto, la iglesia y el mundo deben esperar otros mayores; y cuando Dios viene a castigar
al mundo, sus habitantes temblarán ante Él. Que los pecadores tomen las precauciones para huir de
la ira venidera; que los creyentes aprendan a valorar y agradecer sus privilegios; y que continúen con
paciencia haciendo el bien.