Vv. 9—11. Consuelo del apóstol es que no sufrió como malhechor, sino por el testimonio de
Jesús, por dar testimonio de Cristo como el Emanuel, el Salvador; el Espíritu de gloria y de Dios
reposó sobre este perseguido apóstol. El día y la hora de esta visión fue el día del Señor, el día de
reposo cristiano, el primer día de la semana, observado en memoria de la resurrección de Cristo.
Nosotros, que le llamamos “nuestro Señor”, debemos honrarle en su propio día. El nombre muestra
cómo debe observarse este día sagrado; el día del Señor debe ser dedicado absolutamente al Señor y
ninguna de sus horas debe emplearse en forma sensual, mundana o en diversiones. —Él estaba en
una actitud seria, celestial, espiritual, bajo la influencia de la gracia del Espíritu de Dios. Los que
deseen disfrutar de la comunión con Dios en el día del Señor, deben procurar sacar sus pensamientos
y afectos de las cosas terrenales. Si a los creyentes se les impide observar el día santo del Señor con
las ordenanzas públicas y la comunión de los santos, por necesidad y no por propia opción, pueden
buscar consuelo en la meditación y los deberes secretos de la influencia del Espíritu; oyendo la voz y
contemplando la gloria de su amado Salvador, de cuyas palabras de gracia y poder no los puede
separar confinamiento alguno ni ninguna circunstancia externa. Se nos da una alarma con el sonido
de la trompeta, y luego, el apóstol oyó la voz de Cristo.