Vv. 17—23. Los hombres sensuales se separan de Cristo y de su Iglesia, y se unen al diablo, al
mundo y a la carne, con prácticas impías y pecaminosas. Esto es infinitamente peor que separarse de
cualquier rama de la iglesia visible por cuestión de opiniones o modos y circunstancias de gobierno
externo o de la adoración. Los hombres sensuales no tienen el espíritu de santidad, y quienquiera no
lo tenga, no pertenece a Cristo. La gracia de la fe es santa hasta lo sumo, porque obra por amor,
purifica el corazón y vence al mundo por lo cual se distingue de la fe falsa y muerta. Muy
probablemente prevalezcan nuestras oraciones cuando oramos en el Espíritu Santo, bajo su dirección
y poder, conforme a la regla de su palabra, con fe, fervor y anhelo; esto es orar en el Espíritu Santo.
La fe en la expectativa de vida eterna nos armará contra las trampas del pecado: la fe viva en esta
bendita esperanza nos ayudará a mortificar nuestras concupiscencias. —Debemos vigilarnos los unos
a los otros; fielmente, pero con prudencia para reprobarnos los unos a los otros, y a dar buen ejemplo
a todos los que nos rodean. Esto debe hacerse con compasión, diferenciando entre el débil y el
soberbio. Debemos tratar a algunos con ternura. A otros, salvar con temor; enfatizando los terrores
del Señor. Todas los esfuerzos deben realizarse con aborrecimiento decidido de los delitos,
cuidándonos de evitar todo lo que lleve a la comunión con ellos, o que haya estado conectado con
ellos, en obras de tinieblas, manteniéndonos lejos de lo que es malo o parece serlo.