Vv. 1—4. El Dios esencial, la excelencia no creada que había sido desde el principio, desde la
eternidad, igual con el Padre y que, finalmente, se manifestó con naturaleza humana para la
salvación de los pecadores, es gran tema sobre el cual escribe el apóstol a sus hermanos. Los
apóstoles le vieron durante algunos años, en los cuales presenciaron su sabiduría y santidad, sus
milagros, y su amor y misericordia, hasta que le vieron crucificado por los pecadores, y después
resucitado de entre los muertos. Ellos le tocaron para tener plena prueba de su resurrección. —Esta
Persona divina, el Verbo de vida, el Verbo de Dios se manifestó en naturaleza humana para ser
Autor y Dador de la vida eterna a la humanidad por medio de la redención por su sangre y el poder
de su Espíritu regenerador. —Los apóstoles declaran lo que han visto y oído para que los creyentes
compartieran sus bendiciones y ventajas eternas. Tenían libre acceso a Dios Padre. Tuvieron una
feliz experiencia de la verdad en sus almas, y mostraron su excelencia en sus vidas. Esta comunión
de los creyentes con el Padre y el Hijo empieza y es sustentada por el poder del Espíritu Santo. Los
beneficios que Cristo concede, no son las mezquinas posesiones del mundo que causan envidia en
los demás, sino el gozo y la felicidad de la comunión con Dios son absolutamente suficientes, de
modo que cualquier cantidad de personas puede participar de ellos; y todos los autorizados para
decir que en verdad su comunión es con el Padre, desearán guiar a otros a participar de la misma
bienaventuranza.