V. 1. La esperanza y la perspectiva creyente de la vida eterna deben afirmarnos y hacernos
constantes en nuestra carrera cristiana. Hay diferencia de dones y gracias, pero estando renovados
por el mismo Espíritu, somos hermanos. Estar firmes en el Señor es afirmarse en su fuerza y por su
gracia.
Vv. 2—9. Los creyentes sean unánimes y estén dispuestos a ayudarse mutuamente. Como el
apóstol había hallado el beneficio de la asistencia de ellos, sabía cuán consolador sería para sus
colaboradores tener la ayuda de otros. Procuremos asegurarnos que nuestros nombres estén escritos
en el libro de la vida. —El gozo en Dios es de gran importancia en la vida cristiana; es necesario
llamar continuamente a ello a los cristianos. El gozo supera ampliamente todas las causas de pesar.
Los enemigos deben darse cuenta de lo moderados que eran en cuanto a las cosas externas, y con
cuánta moderación sufrían las pérdidas y las dificultades. El día del juicio llegará pronto, con la
plena redención de los creyentes y la destrucción de los impíos. —Es nuestro deber mostrar
cuidadosa diligencia en armonía con una sabia previsión y con la debida preocupación; pero hay un
afanarse de temor y desconfianza que es pecado y necedad, y sólo confunde y distrae la mente.
Como remedio contra la preocupación que confunde se recomienda la constancia en la oración. No
sólo los tiempos establecidos de oración, sino constancia en todo por medio de la oración. Debemos
unir la acción de gracias con las oraciones y las súplicas; no sólo buscar provisiones de lo bueno,
sino reconocer las misericordias que recibimos. Dios no necesita que le digamos nuestras
necesidades o deseos porque los conoce mejor que nosotros, pero quiere que le demostremos que
valoramos su misericordia y sentimos que dependemos de Él. La paz con Dios, esa sensación
consoladora de estar reconciliados con Dios, y de tener parte de su favor, y la esperanza de la
bendición celestial, son un bien mucho más grande de lo que puede expresarse con plenitud. Esta paz
mantendrá nuestros corazones y mentes en Jesucristo; nos impedirá pecar cuando estemos sometidos
a tribulaciones y de hundirnos debajo de ellas; nos mantendrá calmos y con una satisfacción interior.
—Los creyentes tienen que conseguir y mantener un buen nombre; un nombre para todas las cosas
con Dios y los hombres buenos. —Debemos recorrer en todo los caminos de la virtud y permanecer
en ellos; entonces, sea que nuestra alabanza sea o no de los hombres, será de Dios. El apóstol es un
ejemplo. Su doctrina armonizaba con su vida. La manera de tener al Dios de paz con nosotros es
mantenernos dedicados a nuestro deber. Todos nuestros privilegios y la salvación proceden de la
misericordia gratuita de Dios, pero el goce de ellos depende de nuestra conducta santa y sincera.
Estas son obras de Dios, pertenecientes a Dios, y a Él solo se deben atribuir y a nadie más, ni
hombres, ni palabras ni obras.