Algunos de los versículos más preciosos en la Biblia fueron escritos cuando su autor estaba experimentando luchas, dolor, malestar o angustia. Desde una perspectiva terrenal, no siempre podemos distinguir entre lo que es un problema y lo que es una bendición; a veces, el problema resulta siendo una de las bendiciones más maravillosas de Dios en nuestra vida. Sin embargo, solemos pensar que si vivimos con rectitud en este mundo impío, no tendremos que enfrentar ninguna dificultad.
David pudo escribir el Salmo 32, no porque se había sentado tranquilamente en una colina, viendo sus ovejas y tocando su arpa. Por el contrario, pudo expresar esas verdades profundas después de sufrir grandes dificultades y angustias, y también de experimentar el perdón y la liberación de Dios. El gozo que David encontró en el Señor fue más dulce, porque él había experimentado momentos amargos.
El Padre celestial no siempre le sacará rápidamente de la dificultad. Él puede ver cuando usted va río abajo, hacia la catarata, gritando: “Padre, ¿no ves a dónde estoy yendo?”. Él le ve y sabe cuando está al límite de sus nervios, desolado y angustiado, y cuando se siente enojado y amargado. Entonces, ¿por qué, a veces, pareciera que Dios estuviera tan lejos?
Él no interviene necesariamente como nosotros quisiéramos que lo hiciera, pero siempre está presente en nuestros momentos de dificultad (Sal 46.1-3, 7). Además, Él da respuesta a nuestras necesidades de una manera que nos beneficia a largo plazo. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Estoy dispuesto a aprender lo que Dios quiere enseñarme por medio de esta situación?