Vv. 17—20. ¡Cuán fervientes, cuán afectuosas son estas exhortaciones! Lo que se parta de la
sana doctrina de las Escrituras es algo que abre la puerta a la división y a las ofensas. Si se abandona
la verdad, no durarán mucho la paz y la unidad. Muchos que llaman Maestro, Señor, a Cristo, distan
mucho de servirle, porque sirven sus intereses mundanos, sensuales y carnales. Corrompen la cabeza
engañando al corazón; pervierten los juicios porque se enredan en los afectos. Tenemos gran
necesidad de cuidar nuestros corazones con toda diligencia. La política corriente de los seductores es
imponerse sobre los que están ablandados por sus convicciones. El temperamento dócil es bueno
cuando está bien guiado, de lo contrario puede ser llevado a descarriarse. Sed tan sabios como para
no ser engañados, pero tan sencillos como para no engañar. —La bendición de Dios que espera el
apóstol es la victoria sobre Satanás. Esto incluye todos los designios y estratagemas de Satanás
contra las almas, para contaminarlas, perturbarlas y destruirlas; todos sus intentos son para
obstaculizarnos la paz del cielo aquí, y la posesión del cielo en el más allá. Cuando parezca que
Satanás prevalece, y que estamos listos para darlo todo por perdido, entonces intervendrá el Dios de
paz por nosotros. Por tanto, resistid con fe y paciencia un poco más. Si la gracia de Cristo está con
nosotros, ¿quién puede vencernos?