Vv. 26—29. Desde el principio quedó establecido que uno de siete días debería ser
religiosamente observado. Y que en el reino del Mesías el primer día de la semana sería ese día
solemne, fue señalado en que en ese día Cristo se reunió con sus discípulos en asamblea religiosa. El
cumplimiento religioso de ese día nos ha llegado a través de toda era de la Iglesia. —No hay en
nuestra lengua una palabra de incredulidad ni pensamiento en nuestra mente que no sean conocidos
por el Señor Jesús; y le plació acomodarse aun a Tomás en vez de dejarlo en su incredulidad.
Debemos soportar así al débil, Romanos xv, 1, 2. Esta advertencia es dada a todos. Si somos infieles,
estamos sin Cristo, desdichados, sin esperanzas y sin gozo. —Tomás se avergonzó de su
incredulidad y clamó: ¡Señor mío, y Dios mío! —Los creyentes sanos y sinceros serán aceptados de
gracia por el Señor Jesús aunque sean lentos y débiles. Deber de los que oyen y leen el evangelio es
creer y aceptar la doctrina de Cristo y el testimonio acerca de Él, 1 Juan v, 11.
Vv. 30, 31. Hubo otras señales y pruebas de la resurrección de nuestro Señor, pero estas se han
escrito para que todos crean que Jesús era el Mesías prometido, el Salvador de pecadores y el Hijo
de Dios; para que, por esta fe, reciban la vida eterna, por su misericordia, verdad y poder. Creamos
que Jesús es el Cristo, y creyendo, tengamos vida en su nombre.