Vv. 38—42. José de Arimatea era discípulo secreto de Cristo. Los discípulos debieran
reconocerse francamente como tales, pero, algunos que han sido temerosos en pruebas menores, han
sido valientes en las más grandes. Cuando Dios tiene obra que hacer, puede hallar a los que son
aptos para ella. El embalsamamiento fue hecho por Nicodemo, amigo secreto de Cristo, aunque no
un seguidor constante. Esa gracia que primero es como caña cascada, puede, más adelante, recordar
un cedro firme. He aquí a estos dos ricos que mostraron el valor que daban a la persona y doctrina de
Cristo y que no fue disminuido por el oprobio de la cruz. Debemos cumplir nuestro deber conforme
a lo que sean el día y la oportunidad presente, dejando a Dios que cumpla sus promesas a su manera
y a su debido tiempo. Se había determinado que la sepultura de Jesús fuera con los impíos, como
ocurría con los que sufrían como delincuentes, pero con los ricos fue en su muerte, conforme a lo
profetizado, Isaías liii, 9; era muy improbable que estas dos circunstancias se juntaran en la misma
persona. Fue sepultado en un sepulcro nuevo; por tanto, no se podía decir que no era Él, sino otro
quien resucitó. También aquí se nos enseña que no seamos melindrosos con referencia al lugar de
nuestra sepultación. El fue enterrado en el sepulcro que estaba más a mano. —Aquí está el Sol de
Justicia oculto por un tiempo, para volver a salir con mayor gloria y, entonces, no volver a ponerse.