Vv. 46—52. Bartimeo, que había oído de Jesús y sus milagros, y sabido que iba a pasar por ahí,
esperaba recuperar la vista. Al ir a Cristo a pedir ayuda y salud, debemos mirarlo como el Mesías
prometido. Los llamados de gracia que Cristo nos hace para que vayamos a Él, animan nuestra
esperanza de que si vamos a Él tendremos aquello por lo cual fuimos a Él. Quienes vayan a Jesús
deben desechar el ropaje de su propia suficiencia, deben librarse de todo peso, y del pecado que,
como ropajes largos, los asedian más fácilmente, Hebreos xii, 1. —Él ruega que sus ojos sean
abiertos. Muy deseable es ser capaz de ganar nuestro pan; y donde Dios ha dado a los hombres sus
extremidades y sentidos, es vergonzoso que, por necedad y pereza, se hagan efectivamente ciegos y
cojos. Sus ojos fueron abiertos. Tu fe te ha hecho salvo: la fe en Cristo como el Hijo de David, y en
su compasión y poder; no tus palabras repetidas, sino tu fe; Cristo pone a trabajar tu fe. —Los
pecadores sean llamados a imitar al ciego Bartimeo. Jesús pasa por donde se predica el evangelio o
circulan las palabras escritas de la verdad, y esta es la oportunidad. No basta con ir a Cristo por salud
espiritual, sino que, cuando estemos sanados, debemos continuar siguiéndole, para que podamos
honrarle y recibir instrucción de Él. Los que tienen vista espiritual ven en Cristo esa belleza atractiva
que los hará correr tras Él.