¿Vv. 41—46. Cuando Cristo dejó perplejos a sus enemigos, preguntó qué pensaban del Mesías
prometido. ¿Cómo podía Él ser el Hijo de David y, sin embargo, ser su Señor? Cita el Salmo cx, 1.
Si el Cristo iba a ser un simple hombre, que sólo existiría mucho tiempo después de la muerte de
David, ¿cómo podía su antepasado tratarlo de Señor? Los fariseos no pudieron contestar eso. Ni
tampoco resolver la dificultad, a menos que reconozcan que el Mesías sea el Hijo de Dios y el Señor
de David igualmente que el Padre. Él tomó nuestra naturaleza humana y, así, se manifestó Dios en la
carne; en este sentido es el Hijo del hombre y el Hijo de David. —Nos conviene sobre todo indagar
seriamente: “¿qué pensamos de Cristo?” ¿Es Él completamente glorioso a nuestros ojos y precioso a
nuestros corazones? Que Cristo sea nuestro gozo, nuestra confianza, nuestro todo. Que diariamente
seamos hechos más como Él, y más dedicados a su servicio.