Vv. 46—50. La prédica de Cristo era simple, y familiar, y adecuada para sus oyentes. Su madre y
sus hermanos estaban dentro, deseando oírle. Frecuentemente los que están más cerca de los medios
de conocimiento y de gracia son los más negligentes. Somos buenos para descuidar lo que pensamos
que podemos tener un día, olvidando que el mañana no es nuestro. A menudo nos topamos con
obstáculos a nuestra obra, de parte de amigos que nos rodean, y sacados de los cuidados por las
cosas de esta vida, de las preocupaciones de nuestra alma. —Cristo estaba tan dedicado a su obra
que ningún deber natural o de otra índole lo apartaba de ella. No se trata que, so pretexto de la
religión, seamos insolentes con los padres o malos con los padres, sino que el deber menor debe
quedar a la espera mientras se hace el mayor. Dejemos a los hombres y aferrémonos a Cristo;
miremos a todo cristiano, en cualquier condición de vida, como hermano, hermana, o madre del
Señor de la gloria; amemos, respetemos y seamos amables con ellos por amor a Él y siguiendo su
ejemplo.