Vv. 32—34. De ambos, mejor es un demonio mudo que uno que blasfeme. Las curas de Cristo
van a la raíz, y eliminan el efecto quitando la causa; abren los labios rompiendo el poder de Satanás
en el alma. —Nada puede convencer a quienes están bajo el poder del orgullo. Creerán cualquier
cosa, por falsa o absurda que sea, antes que las Sagradas Escrituras; así, muestran la enemistad de
sus corazones contra el santo Dios.
Vv. 35—38. Jesús visitó no sólo las ciudades grandes y ricas, sino las aldeas pobres y oscuras, y
allí predicó, y sanó. Las almas de los más viles del mundo son tan preciosas para Cristo, y deben
serlo para nosotros, como las almas de los que más figuren. Había sacerdotes, levitas, y escribas en
toda la tierra; pero eran pastores de ídolos, Zacarías xi, 17; por tanto, Cristo tuvo compasión del
pueblo como ovejas desamparadas y dispersas, como hombres que perecen por falta de
conocimiento. A la fecha hay multitudes enormes que son como ovejas sin pastor, y debemos tener
compasión y hacer todo lo que podamos para ayudarles. Las multitudes deseosas de instrucción
espiritual formaban una cosecha abundante que necesitaba muchos obreros activos; pero pocos
merecían ese carácter. Cristo es el Señor de la mies. Oremos que muchos sean levantados y enviados
a trabajar para llevar almas a Cristo. Es señal de que Dios está por conceder alguna misericordia
especial a un pueblo cuando los invita a orar por ello. Las misiones encomendadas a los obreros
como respuesta a la oración, son las que más probablemente tengan éxito.