Vv. 10—13. Algún tiempo después de su llamado, Mateo procuró llevar a sus antiguos socios a
que oyeran a Cristo. Sabía por experiencia lo que podía hacer la gracia de Cristo y no se desesperó al
respecto. Los que son eficazmente llevados a Cristo no pueden sino desear que los demás también
sean llevados a Él. —Aquellos que suponen que sus almas están sin enfermedad no acogerán al
Médico espiritual. Este era el caso de los fariseos; ellos despreciaron a Cristo porque se creían
íntegros; pero los pobres publicanos y pecadores sentían que les faltaba instrucción y enmienda.
Fácil es, y también corriente, poner las peores interpretaciones sobre las mejores palabras y acciones.
Puede sospecharse con justicia que los que no tienen la gracia de Dios, no se complacen con que
otros la consigan. Aquí se llama misericordia que Cristo converse con los pecadores, porque
fomentar la conversión de las almas es el mayor acto de misericordia. —El llamado del evangelio es
un llamado al arrepentimiento; un llamado para que cambiemos nuestro modo de pensar y
cambiemos nuestros caminos. Si los hijos de los hombres no fueran pecadores no hubiera sido
necesario que Cristo viniera a ellos. Examinemos si hemos investigado nuestra enfermedad y si
hemos aprendido a seguir las órdenes de nuestro gran Médico.