Vv. 28—34. Los demonios nada tienen que ver con Cristo como Salvador; ellos no tienen ni
esperan ningún beneficio de Él. ¡Oh, la profundidad de este misterio del amor divino: que el hombre
caído tenga tanto que ver con Cristo, cuando los ángeles caídos nada tienen que ver con Él! Hebreos
ii, 16. Seguramente que aquí sufrieron un tormento, al ser forzados a reconocer la excelencia que hay
en Cristo, y aún así, no tener parte con Él. Los demonios no desean tener nada que ver con Cristo
como Rey. Véase qué lenguaje hablan quienes no tendrán nada que ver con el evangelio de Cristo.
Pero no es verdad que los demonios no tengan nada que ver con Cristo como Juez, porque tienen que
ver, y lo saben; así es para con todos los hijos de los hombres. —Satanás y sus instrumentos no
pueden ir más allá de lo que el Señor permita; ellos deben dejar la posesión cuando Él manda. No
pueden romper el cerco de protección en torno a su pueblo; ni siquiera pueden entrar en un cerdo sin
su permiso. —Recibieron el permiso. A menudo Dios permite, por objetivos santos y sabios, los
esfuerzos de la ira de Satanás. Así, pues, el diablo apresura a la gente a pecar; los apura a lo que han
resuelto en contra, de lo cual saben que será vergüenza y pena para ellos: miserable es la condición
de los que son llevados cautivos por él a su voluntad. —Hay muchos que prefieren sus cerdos al
Salvador y, así, no alcanzan a Cristo y la salvación por Él. Ellos desean que Cristo se vaya de sus
corazones, y no soportan que Su Palabra tenga lugar en ellos, porque Él y su palabra destruirían sus
concupiscencias brutales, eso que se entrega a los cerdos como alimento. Justo es que Cristo
abandone a los que están cansados de Él; y después diga: Apartaos, malditos, a quienes ahora le
dicen al Todopoderoso: Véte de nosotros.