En el Salmo 121, David habla de la seguridad que él encuentra en el Señor. Hoy y mañana miraremos con atención varios versículos para entender mejor nuestra seguridad.
“Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová” (Salmo 121.1, 2). Cuando se escribió esto, había ladrones que vivían en las montañas, acechando a viajeros inocentes que se convertirían en sus víctimas. El trabajo de David como pastor de ovejas lo llevaba a zonas peligrosas, donde no solamente los ladrones sino también los animales salvajes constituían una amenaza.
Nuestra vida puede ser como un territorio montañoso. ¿Se pregunta usted qué peligros le acechan en el futuro? El Señor es nuestro ayudador; únicamente Él puede protegernos. Nuestros seres queridos pueden dar ayuda hasta cierto punto, pero Dios lo sabe todo, y tiene todo el poder necesario para socorrernos.
“No dará tu pie al resbaladero” (Salmo 121.3). Dios ha provisto todo lo que necesitamos para evitar el pecado. El Espíritu Santo nos dirige y nos da poder; la Palabra de Dios alumbra nuestro camino para que no resbalemos. Pero, a veces, elegimos pecar. El Dios todopoderoso podría impedir que desobedezcamos, pero Él no interfiere con nuestro libre albedrío. Lo que hace es sostenernos, dándonos el poder para andar en sus caminos.
Estos primeros versículos se centran en el poder del Señor para protegernos. Ya sea que la fuente del problema sean otros, las circunstancias externas, o nuestro propio pecado, podemos encontrarnos en peligro y atemorizados. Afortunadamente, tenemos un Dios que nos protege.