JEFF ROBINSON
El Servicio Meteorológico Nacional tiene una designación poco utilizada para situaciones en las que es posible que se produzcan tornados fuertes y violentos de larga trayectoria, o tormentas eléctricas extremadamente severas: Situación Especialmente Peligrosa (SEP). Que yo recuerde, solo he oído declarar la SEP alrededor de tres o cuatro veces en la última década. En cada ocasión, hubo un brote grave de tornados en el Medio Oeste o en el Sur profundo de los Estados Unidos.
Quiero hacer una advertencia tipo SEP para una forma particular de comunicación que es relativamente nueva pero muy popular: las redes sociales. Por ejemplo, ¿cuántos de nosotros publicamos cosas en Facebook que nos hacen quedar mal? ¿Es nuestra vida realmente tan rica, alegre y satisfactoria como sugerimos? ¿Realmente pasamos la mayor parte del tiempo en la playa o disfrutando de una carcajada con nuestros hijos, que se portan bien y tienen el mejor desempeño? ¿Esas imágenes están diciendo toda la verdad sobre nosotros?
Por eso creo que debemos emitir una advertencia de SEP y tener especial cuidado con nuestras palabras al comunicarnos en cualquier lugar de Internet.
1. La opinión polémica no siempre es sabia
Tal vez sería más preciso decir que la opinión polémica en caliente casi nunca es una opinión humilde y sabia. Solo tengo pruebas circunstanciales (aunque muchas) para respaldar esta afirmación. Las noticias de última hora son necesarias para periódicos y revistas y para encontrarlas es que más uso Twitter. Pero no siempre es necesario que demos inmediatamente nuestra opinión, especialmente respondiendo a la controversia. Los pensamientos necesitan tiempo para madurar, las palabras necesitan tiempo para ser cuidadosamente elaboradas, las ideas y los puntos de vista necesitan un estudio cuidadoso y un escrutinio minucioso. Todo esto requiere paciencia, lo contrario a la repentina opinión polémica.
¿Cuántas veces reaccionamos de forma exagerada ante algo que agita nuestras emociones, y al día siguiente nos arrepentimos de cómo hemos respondido o damos gracias por no haberlo hecho? En mi caso, son nueve de cada diez veces. Necesitamos ser «prontos para oír, tardos para hablar» (Stg 1:19). Como dice el proverbio popular al que se atribuyen varias cosas: «Más vale callar y que te tomen por necio que abrir la boca y despejar toda duda».
2. Los editores existen por una (buena) razón
Sé que suena pretencioso, ya que durante mucho tiempo me he ganado la vida como editor. Es cierto, Salomón no tenía en mente a los editores cuando escribió Proverbios, pero creo que este principio se aplica: «Donde no hay buen consejo, el pueblo cae, pero en la abundancia de consejeros está la victoria» (Pr 11:14). Cuidado con los usuarios de las redes sociales que se sienten incómodos cuando otros leen y opinan o revisan sus mensajes antes de publicarlos. A menos que la busquemos, no habrá rendición de cuentas por lo que decimos a los demás en Twitter, Facebook o blogs.
Una de las cosas que hace que la comunicación escrita sea superior cuando aparece en libros, periódicos o revistas de gran difusión es que los artículos e incluso las columnas de opinión suelen haber pasado por varios canales de edición y comprobación de hechos y fuentes bastante rigurosos. Después de mis casi tres décadas como periodista y editor, esta es probablemente la principal razón por la que dudo en utilizar Twitter o Facebook. Como escritor, necesito un editor. Como pecador, necesito rendir cuentas.
3. Las palabras escritas tienen una vida más larga
Esto es cierto por la sencilla razón de que las palabras escritas están siempre y para siempre «allá afuera».
Un amigo pastor envió una vez un tuit brusco y desacertado en respuesta a un mensaje sarcástico dirigido a uno de sus amigos. Después de repensar sus palabras durante cinco minutos, borró el tuit. El destinatario original había tomado nota y lo había guardado. Para esta reconciliación fueron necesarias llamadas telefónicas y una serie de largas conversaciones.
4. Las redes sociales recompensan al agente provocador
Las redes sociales tienden a atraer y premiar a los extremos. ¿Cómo puedes ganar 500 me gusta o 10 000 seguidores? Probablemente no lo lograrás publicando versículos de la Biblia o sabiduría puritana. Los seguidores se ganan con provocación y las opiniones extremas atraen muchos «me gusta». Los miembros de los extremos dentro de cada grupo tienden a gritar más fuerte, a ganar la mayor atención y a ser la proverbial rueda que rechina.
Las redes sociales dan mucho juego a los extremistas y a sus opiniones porque ganan el mayor número de oyentes y se ganan el mayor número de enemigos. No es el lugar adecuado para un debate serio y fructífero y para discutir cuestiones complejas que exigen matices cuidadosos. Las redes sociales también manipulan nuestro deseo de aprobación. Cuantos más seguidores y comentarios apoyen nuestra causa y nos den una palmadita en la espalda, menos probable será que reflexionemos críticamente o recibamos una corrección sobre lo que hemos dicho. Es más probable que redoblemos la apuesta porque queremos que el coro de aprobación sea mayor y más ruidoso.
En un contexto cristiano, yo diría que cuanto más maduro es un creyente, menos probable es que sea un provocador.
Con esto en mente, las palabras de mi amigo Matt Smethurst en Twitter deberían informarnos: «Un cristiano inmaduro es difícil de complacer y fácil de ofender». ¿Por qué los cristianos maduros pasan tanto tiempo en las redes sociales? No puedo dar una respuesta objetiva, pero vale la pena reflexionar. Es algo que me he preguntado principalmente sobre mí mismo al pensar cómo debería regular mi tiempo en Internet.
5. La mayoría de las personas no están en Twitter
Hay 7 000 millones de personas en el mundo, pero solo 126 millones de usuarios diarios en Twitter. Esas veinticinco respuestas airadas a tu tuit sobre la justicia social, la teología del libre albedrío o las muchas discusiones partidistas son realmente insignificantes, a pesar de lo que puedas pensar.
Conseguir, digamos, 300 comentarios en Twitter o 400 likes en Facebook no significa que una gran nube de testigos se haya reunido en torno a ti o a tu tema favorito. Mientras tú estás debatiendo sobre el número de ángeles que pueden bailar en la cabeza de un alfiler o si Adán tenía ombligo, la mayoría de nosotros estamos trabajando, pasando tiempo con la familia, los amigos o los miembros de la iglesia. Estamos en el campo de golf, en el estadio, de excursión en la montaña o descansando en la playa.
Dos de los debates teológicos más terribles que he presenciado en Twitter en los últimos años tenían que ver con la Trinidad y la justicia social. Esos debates fueron intensos para algunos de nosotros, pero solo para unos pocos. Debemos tenerlo en cuenta. Mi congregación apenas notó ninguno de los dos debates y estoy seguro de que las buenas personas de mi iglesia son bastante comunes.
¿Podemos darle un uso fructífero?
Creo que los cristianos pueden utilizar las redes sociales con buenos propósitos. Son excelentes para recomendar buenos libros y compartir pasajes bíblicos. Es fácil ponerse en contacto con otras personas. Sin embargo, los cristianos deben usar las redes sociales con gran cuidado.
Ten en cuenta las palabras de Jesús: «Pero Yo les digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado» (Mt 12:36-37).
Tendemos a pensar solo en las palabras que salen de nuestra boca. Pero parece seguro asumir que nuestro Señor también diría que daremos cuenta de cada palabra descuidada que escribimos, tuiteamos, enviamos por mensaje de texto o por correo electrónico. Por lo tanto, redoblemos el amor a nuestro prójimo en cada medio de comunicación electrónico e impreso. Tenemos que ser lentos para hablar, para escribir y prontos para oír.