El agotamiento no siempre se ve como fatiga física. A menudo se disfraza de cansancio emocional, insomnio, desánimo o ira. Mi pastor-esposo parece perder la audición cuando nuestros cuatro adolescentes están todos juntos en la habitación. Su mente está en otro lugar, habitando otro mundo. El repetitivo «¿papá, papá?» suele ir seguido de que yo le toque suavemente el brazo y le diga: «Cariño, los niños te están hablando». Otras veces está tan agotado que solo puede meterse en la cama para pasar otra noche de sueño intranquilo.
Los dos últimos años han sacudido el mundo de todos, y quienes trabajan en el ministerio no son una excepción. Los brotes de COVID, los disturbios raciales y las luchas políticas han traído una cantidad escandalosa de caos a un mundo ya caótico. Ciertamente, hemos llegado a reconocer mejor la ilusión de control que nos aqueja a todos.
Al tiempo que muchos se vieron repentinamente confinados en casa al comienzo de la pandemia, las responsabilidades del trabajo pastoral se multiplicaron. Lo que empezó como unas pocas ovejas luchando pareció transformarse en todas las ovejas luchando. La inestabilidad laboral, las enfermedades mentales, las fracturas relacionales, la inseguridad financiera y la falta de contacto humano de muchos miembros de la iglesia confinados en casa y con las defensas bajas elevaron el nivel de atención pastoral requerida. La unidad de la iglesia se ha visto alterada y se han enviado más de unas cuantas palabras de «corrección» a los pastores. Ni hablar de los miembros que han desaparecido o de los pastores abatidos por el curso normal de las pruebas no relacionadas con la pandemia.
Las esposas de los pastores vemos cómo los esposos que amamos se ven abrumados por las luchas. Nos preguntamos si es una etapa que pasará. Pero para muchas de nosotras, las semanas se han convertido en meses, incluso años.
Permíteme ofrecerte cuatro sugerencias para combatir tu propio desánimo y «fatiga del cónyuge» mientras ministras a tu pastor-esposo cansado.
1. Sumérgete en la verdad
Cuando el agotamiento de la vida nos rodea, necesitamos que las Escrituras reorienten nuestros corazones y mentes para que podamos caminar en sabiduría. Habla las palabras de Dios a tu esposo. Cada una de nuestras situaciones es única; no hay una fórmula mágica que resuelva todo de inmediato. Pero la Biblia es sabiduría perfecta, capaz de juzgar los pensamientos y las intenciones del corazón (Heb 4:12). Contiene todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 P 1:3).
Coloca versículos en notas adhesivas; escríbelos en los espejos o en las pizarras de tu casa. Rodéate de la verdad. Sí, debes buscar el consejo y las oraciones de tus amigos, pero no descuides la Palabra de Dios. Toma tu Biblia para leerla antes de tomar tu teléfono para buscar o enviar un mensaje de texto para pedir ayuda.
2. Recuerda la resurrección
Las circunstancias presentes testifican, a veces dolorosamente, que aún no estamos en casa. Pero como Jesús vive, nuestro futuro está asegurado. Pon tu mente en las cosas de arriba, hermana, no en las de este mundo. Cuando sientas que tienes ganas de hacer las maletas y decirle a tu marido que se busque otro trabajo, recuerda que esto no va a durar siempre. Como Pablo dijo a la iglesia local de Corinto: «Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima» (1 Co 15:19). La resurrección es esencial para la lucha de la fe.
3. Imita al salmista
Derrama tu corazón a tu Padre celestial. ¿No sabes por dónde empezar? Abre el libro de los Salmos y ora a través de él. El salterio es un manual para los cansados. Este es uno de mis versículos favoritos al orar: «Oh SEÑOR de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré mi oración a Ti, y con ansias esperaré» (Sal 5:3).
Ora por tu esposo. Otros pueden orar por él, pero tú lo conoces mejor. Hermana, lleva esas peticiones ante un Dios que lo ve, lo conoce y lo ama aún más que tú. Dios utiliza nuestras oraciones como Su medio ordenado de liberación. ¡No subestimes el uso que el Señor puede hacer de tus oraciones!
4. Espera
Esperar es la disposición de la vida cristiana. Una y otra vez, las Escrituras nos llaman a «esperar». Esperar edifica la confianza. Dios no te ha olvidado ni abandonado. Él conoce la situación a la que te enfrentas mejor que tú, ya que está fuera del tiempo y lo ve todo. Él conoce cada detalle.
Tu esposo no necesita que lo rescates. Necesita que lo ames y ores por él. Tú no eres su salvador, Jesús lo es. Él está en el proceso de santificación, prometiendo completar la obra que ha comenzado en ti y en tu cansado esposo-pastor (Fil 1:6). ¿Estás cansada de tratar de sostener todo por ti misma? Deja que las palabras de Jesús te reconforten y reprendan como lo hicieron con el viento y las olas: «¡Cálmate, sosiégate!» (Mr 4:39).
Hermana, no dejes que el engañador te haga creer que estás sola. El Señor Jesús es el amigo más cercano que un hermano (Pr 18:24). Él es una torre fuerte; los justos corren hacia Él y están a salvo (Pr 18:10). Esa es una promesa para cualquier pastor que esté quemando la vela por ambos extremos, tratando de mantener su propia cabeza fuera del agua mientras ayuda a los que están bajo su cuidado a hacer lo mismo. También es una promesa para la esposa del pastor. Dios es fiel a Sus promesas. Él es seguridad. Él es descanso. ¿Correrás hoy a Él en nombre de tu cansado pastor-esposo y de ti misma? Su yugo es fácil y Su carga ligera (Mt 11:28-30).
ERIN WHEELER